AS (Galicia)

Dejó la bicicleta por Senna y aprendió inglés en un pub

Primer asiático en ganar Indy 500

- POR RAFA PAYÁ

Hijo de un abogado y una actriz de teatro, Sato nació el 28 de enero 1977 en un barrio de los suburbios de Tokio en un mundo alejado del automovili­smo. El 1 de noviembre de 1987 algo cambio. Acudió al GP de Japón de F1 y Nakajima y, sobre todo, Ayrton Senna le hicieron ferviente seguidor de un deporte que comenzó a seguir, pero aún su objetivo era otro: ser ciclista profesiona­l. Campeón nipón júnior el motor empezó a ganar enteros y las motos aparcaron definitiva­mente tubulares... y esquís, actividad en la que era un fenómeno.

Con 19 años se inició en el kárting en una edad habitual para abandonarl­o y con 21 viajó solo a Inglaterra, sin hablar nada de inglés, y empezó a hacer carrera en los coches tras buscarse la vida en Coventry donde iba seis horas diarias a clases de la lengua de Shakespear­e que unía a otras tres nocturnas en un pub donde practicaba lo aprendido en las aulas.

Fórmula Vauxhall, Fórmula Opel, F3 Británica... hasta que en 2001 BAR Honda lo eligió como probador de F1. 90 grandes premios y un podio en EE UU 2004 después abandonó el Mundial en dirección a la Indycar. Héroe nacional mucho antes de ganar la edición 101 de la Indy 500, primer asiático, vivió un mágico momento en F1 cuando celebró un 15º puesto en Japón 2006 subido encima del Super Aguri y con todo el circuito de Suzuka aplaudiend­o en pie entregado a su ídolo.

Pese a que muchos lo recuerdan por sus kamikazes intentos de adelantami­ento que él explicaba con un “si no atacas no tienes opciones”, fuera de la pista Sato es un tipo especial: embajador de buena voluntad de Gran Bretaña y Japón, fundó un programa solidario para las miles de víctimas y damnificad­os del terremoto y tsunami de su país de 2011. Casado con Chiharu y con dos hijos, un niño de doce años y una niña de nueve, residen en Denver donde sus grandes aficiones son montar en bici para “trabajar la psicología y el físico de piloto” y conducir un impresiona­nte Lotus Evora que alterna con un caprichoso Honda Beat y un más habitual Mini Cooper.

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EMOCIONADO. Sato besa el trofeo de ganador de las 500 Millas.
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