“Con el primer gol de Torres a Casillas creí que moría...”

Petón revive su Calderón: del primer partido al último

Cuenta Petón que todas sus lágrimas se fueron en otro traslado, el del Atlético de Cuatro Caminos, del viejo Metropolitano. “Todo lo que tuve que llorar ya lo lloré ahí”. En 1966, el momento de decirle adiós a aquel estadio. Tenía 8 años. El Vicente Calderón eran afueras, “un campo destartalado, frío, sin terminar”. Petón fue uno de los 20.000 que el primer día, el 2 de octubre del Atlético-Valencia inaugural, estaban en la grada. “La mañana era gris, feísima”. La hora, extraña, 12:45. “Y encima empatamos. No fue hasta el cabo de tres años, con Marcel Domingo (y el Atlético ganó la Liga de 1969-70, en Sabadell), que el Calderón comenzó a tener luz”.

En el partido del Athletic fueron esas imágenes, momentos, los que regresaron. Aquel lugar y su padre, siempre su padre, José. “Llenaba todo adonde miraba”. Sus recuerdos, cabeza, mientras miraba y se despedía. “Me venía el olor a casa, a algo muy vivido de lo que te vas”.

Antes del partido conversó con muchos de aquellos de los que conversó en su asiento del fondo sur. “Leivinha, Pereira, Ufarte, Ayala”. Todos le llevaban a otro amigo ahora en el tercer anfiteatro, Miguel San Román, el Pechuga. “¡Si la asociación de veteranos la inventó él! Era un símbolo, todo clase. Ser como el Pechuga es ser el Atleti”. Recordarle fue otro salto a la infancia, cuando Petón tenía doce años y se quedaba después de los partidos “para pedir firmas a los jugadores”.

Es el Atleti de los 70, de esos partidos que vivió en el Calderón y nada podrá borrarlos, ni el tiempo ni la piqueta. “El Celtic, remontada ante el Cagliari, la Intercontinental”. Entonces el Calderón ya había perdido el “nuevo” y era simplemente “un estadio” a reventar. El gol inolvidable llegaría mucho después. “El de Torres al Madrid, su primero a Casillas. Creí que me moría”. O esos de anteayer. Los de Koke al Barça, Saúl al Bayern.

El día que supo que el nuevo estadio se llamaría también Metropolitano “se llevó un alegrón”. Lo mira de frente, con ganas. Hace 50 años ya vivió lo que pasó: “la seducción del Calderón derrotó a la nostalgia que producía haber dejado el Metropolitano”. Y secó para siempre sus lágrimas.