Valverde, el mérito de no parecer lo que de verdad es

■ Una vez cumplido el trámite de la presentación de mañana como nuevo entrenador del Barcelona, Ernesto Valverde se irá a comer cerezas a su tierra acompañado de algunos amigos de confianza. Allá volverá a ser Ernesto. No el entrenador del Barça, ni el del Athletic ni el del Olympiacos ni del Espanyol. Si algo destaca de Valverde, es su normalidad. Un día, Javier Clemente cuando era entrenador del Espanyol, mientras esperaba la salida de un vuelo en el aeropuerto de El Prat vio a Ernesto con sus gafas y su libro pasear por la sala de embarque con su amigo periodista, que se caracterizaba por su torpe aliño indumentario en un tiempo en el que los periodistas llevaban corbata y no pudo más que exclamar: “Mírales, ni uno parece periodista, ni el otro futbolista”. Ese es el gran mérito de ambos (pero el que nos ocupa es Valverde) Que no parece lo que es.

Valverde tiene más mala leche de lo que parece. Sirva como aviso a los que dudan de que sepa dirigir un vestuario como el del Camp Nou. Cuando dos de las estrellas del Athletic se creyeron más de lo que eran y le faltaron el respeto al club, duraron un suspiro en Lezama. Y eso, a veces es más difícil hacerlo en Bilbao que en Madrid o Barcelona. En el Espanyol le cerró la puerta del vestuario a todo un mito del españolismo, tampoco le tembló el pulso cuando en una final retiró del campo a Tamudo y a Iván de la Peña y en una Grecia en llamas los obreros le abrían las barricadas para que llegara al entreno. Y sin ruido, con una determinación tranquila.