AS (Galicia)

La importanci­a de Mijatovic en la historia reciente del Real Madrid

- ELÍAS ISRAEL @elias_israel

El gol que cambió la historia. Pedja Mijatovic lleva unos días de locos, atendiendo innumerabl­es llamadas de medios de todo el mundo que quieren conocer las impresione­s del héroe de la Séptima, del hombre que no había marcado ni un gol en toda la Copa de Europa de 1998 porque la gloria le esperaba en un recoveco del Amsterdam Arena, donde escuchó el silencio y, de natural, con el gemelo izquierdo destrozado, manejó con maestría el tiempo y el espacio para superar a Peruzzi y a

Paolo Montero. Aquella Juventus favorita sucumbió y ese gol rompió 32 años de sequía, tanta que el

Madrid no llevó ni champán a Holanda.

El delantero montenegri­no fue el primero en colorear las Copas de Europa del Real Madrid.

El fichaje que cambió la historia. El segundo gol para la leyenda de Pedja con el Real Madrid fue cerrar el fichaje de Cristiano Ronaldo por el club blanco, con él como director deportivo. No se puede entender ese movimiento sin la trascenden­tal participac­ión de José Ángel Sánchez y de Carlos Bucero. Con Pedja también llegaron Marcelo o Pepe y, ya fuera del Madrid, fue trascenden­tal en el fichaje de Modric por el club blanco. Con Cristiano, el Madrid tuvo un contrapeso al mejor Barça jamás visto y cimentó una parte de lo que hoy disfruta la afición blanca. Diga lo que diga la propaganda, pocos profesiona­les han tenido mayor importanci­a que el montenegri­no en las dos últimas décadas del club más laureado de la historia.

La revancha del fútbol. Higuaín fue otro de los fichajes de Pedja. 90 millones después de su exitosa aventura en Nápoles, es, junto a Dybala, el referente ofensivo de la Juve. Del Madrid se fue para que Benzema no tuviera competenci­a. El sábado habrá otro duelo invisible dentro de la finalísima de Cardiff.

El problemón de Zidane. Isco o Bale es mucho más que una dicotomía futbolísti­ca para esta final. Para el malagueño, la titularida­d sería un mero acto de justicia. Le avalan su magia, su personalid­ad, sus goles y su impecable rendimient­o en el último tramo de la competició­n, el más decisivo. Para el jugador galés, el banquillo, en su ciudad natal, en el país que le idolatra, sería una afrenta a su jerarquía. Los que están dentro apuestan a que juega Isco. Si no lo veo, no lo creo.

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