Cacho, sus hijas y cómo ganó en Barcelona
■ Fermín Cacho contó ayer en la Fundación Pons, en un acto organizado por las Bodegas Protos, cómo ganó el oro, 25 años atrás, en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Y lo relata igual que si usted o yo le dijéramos al vecino lo difícil que es ir a comprar el pan cada mañana. Con esa naturalidad. La diferencia es que comprar el pan lo hacen millones de españoles cada día, pero ser campeón olímpico de 1.500 metros, nada menos, sólo lo ha conseguido uno: un muchacho de Ágreda, que tenía 23 años por aquel entonces, y que vivía en Soria en la casa de su amigo Abel Antón, futuro doble campeón mundial de maratón, cuyos padres le mimaban, a Fermín, casi más que a Abel, que ya es decir.
El soriano, que ahora vive en Andújar, patria chica de su mujer, Susana, recordó aquel 8 de agosto de 1992: “Cuando vi que había un hueco pasé por dentro, poniendo una mano cerca del keniano Joseph Chesir, para sorprenderle y evitar que me echara fuera”. Y se fue a la meta como un rayo. Pero advierte: “Si no hubiera pasado por dentro, lo habría hecho por fuera”.
Fermín comentaba la prueba observando el vídeo de Barcelona 92, aquella tarde inolvidable. Cerca de él, discretas, tres de sus cuatro hijas: Patricia, Paola y Macarena, la mayor, que quiere ser periodista de deportes. Faltaba la pequeña Daniela.
Atención a Macarena: “He entrevistado a mi padre, para el colegio, pero me decía que quitase algunas preguntas...”. Vamos, lo que nunca ha pedido a un periodista profesional.