AS (Galicia)

Reparto de puntos con más tintes de color azul

Un tiempo para cada equipo con más ocasiones oviedistas

- J. R. RODRÍGUEZ

EI ansiado derbi asturiano del reencuentr­o sin duda habrá dejado más satisfecho­s a los oviedistas que a los sportingui­stas. El empate suele servir para dejar contentos a todos, pero esta vez quizá haya quedado un poso amargo en los dos eternos rivales. Al Sporting, porque muchos le daban por favorito y considerab­an casi obligado el triunfo; al Oviedo, porque, visto el desarrollo del encuentro, el punto les tiene que saber a poco.

Se las prometían muy felices los rojiblanco­s cuando Carmona batió a Juan Carlos en medio del diluvio de la primera mitad. Parecía que el equipo de Paco Herrera iba a imponer la ley de quien, en teoría, era el más fuerte y tuvo más el balón; sin embargo, Anquela fue corrigiend­o a su equipo y, tras el descanso, el partido se tiñó de azul. Lejos de la pasión, el empate se veía que podía llegar y así sucedió.

El Sporting estuvo mejor en la primera parte, pero sin hacer un daño extraordin­ario. De hecho, el gol casi se puede contabiliz­ar como la única gran ocasión de los rojiblanco­s que tuvieron más el balón en su poder y supieron manejar al rival.

El Oviedo, en cambio, fue mejorando conforme se acercaba el descanso y mandó sin discusión alguna en la segunda mitad, que dio la vuelta al caudal porcentaje de posesión del cuero, 49%-51%, el mismo porcentaje de los primeros 45 minutos pero al revés. No cabe duda que, desde ese punto de vista, el encuentro fue muy igualado.

Vital Las paradas de Mariño evitaron la derrota rojiblanca

Porteros. Pero en ese segundo período, los azules metieron a los rojiblanco­s en su campo y dispusiero­n de un par de ocasiones importante­s, lo que le ya les daría una victoria a los puntos.

Cualquiera que desee medir la ambición de cada equipo ante la portería contraria solo debe repasar la actuación de los dos porteros. Mariño evitó un gol cantado con una gran intervenci­ón en un remate de cabeza de Carlos Hernández casi a bocajarro, y fue quien más trabajo tuvo de los dos guardameta­s, el que más entró en contacto con el balón. Su colega Juan Carlos fue casi un espectador más en el segundo período, en el que solo recibió un aviso en un disparo de Michael Santos.

El Oviedo fue, en definitiva, más ambicioso en el cómputo general del encuentro. Anquela volvió a demostrarl­e a Herrera que le tiene tomada la medida cuando se enfrentan, como recordaba en la víspera el entrenador del Sporting. Por eso al final obtuvo el premio del empate, convirtién­dose también en el primer equipo que logra perforar la portería sportingui­sta en la competició­n liguera. Se puede decir también que las defensas estuvieron mejor que las delanteras en esta ocasión.

Pasión. El derbi, por lo demás, tuvo más pasión en las gradas que sobre el terreno de juego. Lo esperado, menos los incidentes previos al encuentro que nadie desea y que acabaron con el autobús del Oviedo con una luna rota y una carga policial.

Sobre el campo saltaron algunas chispas, las lógicas de la tensión en un duelo de la máxima rivalidad, pero sin dejar huella por el fútbol desplegado. No pasará a la historia en ese sentido. El reencuentr­o después de 14 años habrá servido para comprobar que las fuerzas están igualadas de nuevo. Durante una semana, al menos, el sportingui­smo tendrá que escuchar y aguantar al oviedismo. Así es la rivalidad.

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EL EMPATE. Los jugadores del Real Oviedo celebran el gol conseguido por Toché..
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