AS (Galicia)

Y de repente, Mayoral y Bale

Zidane sorprendió con el canterano, que marcó gol y medio ● Sentenció el galés al sprint ● Asensio, Isco y Modric desactivar­on a la Real Sociedad

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO FELIPE SEVILLANO, AMAIA ZABALO Y JUAN FLOR

Salió el sol por donde menos esperaba el Madrid: Mayoral y Bale. Dos en claro riesgo de exclusión que le pusieron firma a un partido que el Madrid ganó en otro territorio, el de Asensio, Isco y Modric, que convirtier­on a la Real en un equipo desvalido y sometido. Un partido de centrocamp­istas y también de entrenador, Zidane, cuya autoridad (y cuyos títulos) le hace valiente. Rota con frío y con calor, en duras y maduras, sin atender a más opinión que la suya.

Mejor un delantero, aun inactivo, aun novato, aun por calar, que ninguno, debió pensar Zidane. Y extremando su adicción a darle carrete a toda la plantilla puso a Mayoral en Anoeta, que de mayor quiere ser Atocha: por eso puso una grada supletoria desde la que se podían dar palmadas en la espalda al portero. Hasta que el entusiasmo por el gol de Rodrigues hizo caer una valla sobre un operador de cámara. Un accidente claramente evitable.

Con Morata y Mariano, Zidane se reservaba un goleador de guardia y otro de emergencia. Ahora sólo está Mayoral, un anotador sin aditivos, casi compulsivo. El juego apenas pasa por él. Su trabajo consiste en desmarcars­e y desmarcars­e hasta que alguien se acuerde de él. O hasta que en el área la pelota sea un objeto perdido, como el caso en que nos ocupa. Mientras Ramos buscaba otra chilena, Llorente le sujetaba para evitarlo y el resto del mundo miraba al árbitro, él metió su tibia como un rayo. Un gol de espabilado. Y otro de fortuna, poco después, tras salir disparado, trastabill­arse en el último control, tumbar a Elustondo con un recorte y encontrar el pie suicida de Kevin, que pasó la noche entre el cielo y el infierno, porque él había marcado el empate, ayudado por Keylor, y estrellado en el larguero otro remate en la misma jugada que acabaría en el 1-2.

Y es que un Madrid con enorme sentido de la responsabi­lidad sólo le había dejado ese resquicio a la Real, sus dos laterales, con el fantástico Odriozola de lanzador y Kevin de ejecutor. Un equipo en el que nada sucede sin que lo sepa Illarramen­di quedó desfigurad­o por ese juego envolvente, acaparador, de Modric, Asensio e Isco, que en momentos de inspiració­n le quitan al rival la paciencia y la esperanza. De ellos fue el partido. Especialme­nte de Asensio, esta vez sin esas excedencia­s que se toma en algunos partidos y que le restan brillo. El problema es que ese tipo de juego resulta excluyente para Bale, que necesita ajetreo y espacio. Lo uno y lo otro se lo dio Isco en uno de los pocos momentos en que se encogió el Madrid. Le metió un pelotazo preciso sobre el que el galés se lanzó como un guepardo, aguantó mejor que Rodrigues la caída de la velocidad y metió su izquierda con suavidad para superar a Rulli. Su sexto gol en Anoeta, donde le gustaría que jugase siempre el Madrid. Una acción espectacul­ar, de gran felino, definitiva, en un partido que le había ignorado.

En cualquier caso, la soberanía del equipo de Zidane resultó incuestion­able, también en las bandas, donde Theo templó sus embestidas y resultó diabólico, aunque la Real tuvo un repunte al comienzo de la segunda mitad. Tuvo más que ver con la actitud que con el dibujo. Y también con el ingreso de Vela, uno de esos futbolista­s capaces de dar un golpe de timón. Se le echará de menos este invierno. Con el mexicano igualó el juego pero el marcador era irremediab­le. Como la titularida­d perpetua de Asensio y la vida en el planeta sin la bbC.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain