El Mazda CX-5 exhibe argumentos de peso
La evolución del nuevo SUV japonés es tan apreciable como efectiva, afianzándose con ello como una de las alternativas más aconsejables dentro de su competido segmento
El responsable del proyecto de renovación del Mazda CX-5 merece unas estupendas vacaciones, mejores que las que nos cuentan suelen disfrutar los japoneses. Porque ha hecho un gran trabajo. El esfuerzo de la marca al actualizar el todocamino estrella de su gama ha resultado realmente provechoso, hasta el punto de que presume de una de las opciones más solventes en un segmento competido como pocos.
Empezando por lo más evidente, el coche es realmente agradable a la vista. Su carrocería de 4,55 metros se presenta tan elegante como dinámica, con un frontal imponente gracias a su enorme parrilla, una silueta fluida y una zaga que remata a la perfección el conjunto.
Al cruzar el umbral de cualquiera de sus cuatro puertas aparece un habitáculo bastante generoso, además de un maletero que no es el más grande de su categoría pero sí suficiente para un usuario medio. Al margen de tal amplitud, destacan unos materiales muy correctos en los acabados (sobre todo en las versiones superiores), junto con un equipamiento que también responde al posicionamiento superior del nivel Zenith dentro de la oferta. Tanto en detalles de confort, como de conectividad y seguridad el CX-5 tiene poco que envidiar a modelos similares de otras marcas de referencia (también se refleja en el precio, todo hay que decirlo).
Pese a que la tendencia del mercado está cambiando, los motores diésel siguen siendo más aconsejable que los gasolina para coches del tamaño y peso de un SUV familiar. Mazda ofrece una interesante opción de 2,2 litros y 175 CV que resulta ideal por su equilibrio entre rendimiento y eficiencia. Existe la opción de un cambio automático de seis relaciones, aconsejable por las ventajas que aporta aunque no es el más refinado que podemos encontrar al basarse en un convertido de par.
En marcha poco se le puede objetar al CX-5. Las suspensiones son cómodas pero no afectan a la estabilidad y la dirección resulta precisa, con lo que es fácil mantener al coche en la trayectoria deseada sin esfuerzo ni sobresaltos.