AS (Galicia)

Los clubes sin su gente no son nada

- PABLO CHECA ■

Hemos sufrido mucho para llegar hasta aquí y es el momento de recordar esos malos momentos”, decía ayer Vicente Gómez, santo y seña de Las Palmas, icono de su afición, indiscutib­le en césped y caseta, capitán sin brazalete. Mucho le costó a la Unión Deportiva, 13 años, regresar a Primera División tras su fatídico descenso en 2002. En esa travesía por el desierto conoció las peores desgracias: deportivas (Segunda B) y económicas (sólo la tozudez del juez Juan José Cobo Plana le salvó de la desaparici­ón). Fueron momentos de zozobra, donde la lluvia atormenta los recuerdos de una isla entera.

Cuesta entender, o quizás no, la desconexió­n del club con su gente, aquella que, en los peores momentos, seguía yendo al Estadio. Llenando el Insular o trepando hasta el Gran Canaria. Nadando sin cesar hasta llegar a una orilla cada vez más lejana. Cuesta creer que, con todo lo pasado, con esos “malos momentos”, con la entidad saneada y buscando su consolidac­ión en Primera, mucho más difícil mantenerse que llegar, se perciba este desencanto. Porque hay veces en las que se impone mirar menos al banco, a los números, y bajar más al barro, mirar a la cara a los tuyos, que te sientan como antes. Cuando lo tienes todo, a veces te queda la nada. Y los clubes, sin su gente, no son nada.

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