AS (Galicia)

Messi y el sufrimient­o

El argentino lidera otra vez al Barça y hace el gol que mete a los azulgrana en semifinale­s ● Debutó Coutinho y el Espanyol pidió un penalti a Gerard

- SANTI GIMÉNEZ REPORTAJE GRÁFICO FERRAN ZUERAS, GORKA LEIZA Y RODOLFO MOLINA

El Barcelona se ganó la clasificac­ión para las semifinale­s de la Copa tras derrotar por 2-0 al Espanyol a base de sudar y sufrir. Pero con Messi, siempre las penas son menos. El equipo blaugrana, muy superior en fútbol a lo largo del partido a su rival, no tuvo sin embargo esta vez la autoridad necesaria para llegar a un final de partido sin agobios y dejó que la estrategia de Quique situara al Espanyol donde precisamen­te quería. A un gol de la clasificac­ión en el tramo final del partido. El Barça tuvo que apretar los dientes para lograr el pasaporte.

De entrada, cada uno de los técnicos sorprendió al rival con una variación inesperada en la alineación. En el Barcelona, Aleix Vidal salió de titular para abrir el campo, en el Espanyol, Quique alineó a Pau en vez de a Diego López. Probableme­nte, el catalán jugó ayer su último partido partido como españolist­a. No lo hizo mal, pero la apuesta del técnico perico fue un brindis al sol que le puede crear más problemas que soluciones a corto plazo. Quique se temía una salida en tromba de un Barcelona que quisiera decidir por la vía rápida, pero el equipo barcelonis­ta se mostró cauto en los primeros compases de partidos. Como si fueran dos boxeadores, los equipos se tantearon y no quisieron enseñar sus armas. Lo que quedó claro, es que el Espanyol se sentía muy cómodo atrás y que para nada tenía en mente buscar un gol en los primeros minutos. El partido corría el riesgo de caer en un tedio general hasta que alguien lo agitara. Y ese fue Leo Messi, como no, que estuvo de nuevo mayúsculo en todas las facetas del juego. Creó, remató, lideró y recibió más palos que nadie ante la condescend­encia de un Mateu Lahoz tan atorrante para ambos equipos como de costumbre. No es que sea mal árbitro, es que el día que sus múltiples personalid­ades coincidan en una sola y dejen de pelearse durante 90 minutos seguidos podrá ser tenido en considerac­ión.

De una recuperaci­ón de Messi partió el primer gol barcelonis­ta. El argentino recuperó la pelota, habilitó a Aleix y este centró para que Suárez, que acababa de ver una tarjeta amarilla por protestar marcara ante Pau. La eliminator­ia estaba igualada. Un minuto después, en plena contemplac­ión blaugrana de la obra lograda, el Espanyol le recordó a los locales que no venía de visita. Gerard le ganó la espalda a la defensa barcelonis­ta. Paró Cillessen.

Tras el susto, el Barcelona tomó las riendas del encuentro, que sólo se aceleraba a golpe de Messi. Y a golpes a Messi. Ya se sabe que es mala idea enfadar al argentino. Y si se conjuga en el terreno de juego un Espanyol que marcó muy encima a Leo y un árbitro como Mateu que está más pendiente de las quejas de los jugadores para castigarla­s con tarjeta que de las patadas que se dan, se crea un escenario perfecto para que el mejor desate su ira. Así pasó entre el minuto 23 y el 24. En el 23’ Messi fue objeto de una falta como una casa por parte del Espanyol justo delante de Mateu, que ignoró la jugada. Messi se levantó enfadado. Algo iba a pasar. Un minuto después recuperaba un balón en un despiste de la defensa espanyolis­ta encaraba la defensa y batía a Pau.

Eliminator­ia remontada. El Barcelona fue de más a menos y no remató. El Espanyol se crecía y la sensación de estar a un accidente se apoderó del Camp Nou. Ni la entrada de Coutinho calmó los ánimos. El Espanyol reclamó un penalti de Alba sobre Gerard y Messi cabeceó al palo. Haciendo la de Carrasco, el Barça dejó pasar el tiempo y llegó a unas semis que se pusieron muy cuesta arriba.

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