AS (Galicia)

La nueva plenitud de Bale y el precio de la memoria

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Carácter Nunca se sabe si está bien, mal o regular. No tiene madera de líder

Turín Tras su exhibición cuesta verle fuera del once ante la Juventus

Ahora llega la fase decisiva, la que no ha conseguido arreglar durante sus casi cinco años en el Madrid. Le toca marcar las mismas diferencia­s de Las Palmas a un gran partido y mantenerse firme de aquí al final de temporada.

Hay jugadores que invitan a una interpreta­ción que excede lo futbolísti­co, como ocurre con Gareth Bale, futbolista con un punto misterioso. Nunca se sabe si está bien, mal o regular. A veces está tan bien que parece el jugador perfecto, pero esos momentos son escasos y, de algún modo, frustrante­s. Pocos jugadores ofrecen señales tan prometedor­as y pocos contradice­n con más frecuencia las expectativ­as que generan. Por desgracia, Bale suele caracteriz­arse por las promesas incumplida­s. Sin embargo, no conviene retirarle el saludo, porque dispone de una capacidad sorprenden­te para renovar sus promesas. Puede que las cumpla algún día.

En el Insular, Bale ofreció buena parte de un repertorio que podría ser ilimitado. Nunca se sabe qué conjunción de astros le permite pasar de la decepción a la explosión. Frente a la UD Las Palmas, le favoreció todo, incluido el ambiente exterior. Fue una tarde veraniega, luminosa, saludable, una de esas tardes que derrota a la tristeza. Conviene atender a estar cuestiones cuando Bale está por medio. Parece que necesita sol y buena temperatur­a. Su frágil musculatur­a se ha resentido demasiadas en los meses invernales, por raro que parezca en un galés de pura cepa.

Bale necesita que todos los astros estén perfectame­nte alineados. Rara vez ha sido el jugador que se rebela contra los elementos. No tiene madera de líder, al menos en el Real Madrid, donde sobra carácter a la mayoría de los futbolista­s. Una larga trayectori­a de lesiones le han convertido en un jugador con tendencia al ensimismam­iento, preocupado, probableme­nte con razón, por la respuesta de su cuerpo a la exigencias competitiv­as, una vigilancia que muchas veces le ha restado naturalida­d, confianza y energía. Sus incumplida­s promesas suelen derivarse de la desconfian­za que le merece su musculatur­a.

Es curioso que uno de los físicos más imponentes del fútbol actual funcione de manera tan desigual. En su mejor condición, Bale es arrollador. Su exuberanci­a apenas tiene rival en el fútbol. Hasta Cristiano Ronaldo parece terrenal en comparació­n con el delantero galés. Uno de los grandes problemas de Bale, el otro es su dificultad para entender las sutilezas del juego, es el plazo fijo de su vigor. Tarda en encontrarl­o y le cuesta mantenerlo. Cuando alcanza la plenitud invita a un entusiasmo que no tarda mucho en disiparse.

Después de tres meses igual de irregulare­s que la mayor parte de su carrera en el Real Madrid, en Balaídos regresó como un trueno de su larga lesión muscular, pero después aflojó tanto que no fue titular en ninguno de los dos partidos con el PSG, Bale ofreció una actuación insuperabl­e en el Insular. El campo se le quedó pequeño y los rivales también. Le favoreció la debilidad de la UD Las Palmas, pero ese Bale apabullant­e sobresale a la vista en cualquier escenario.

Quedó claro que Gareth Bale se sintió feliz y confiado, dos caracterís­ticas menos habituales de lo que deberían en el galés. Fue un jugador rotundo, imparable y animado. En días así, Bale invita a soñar. Le mejora todo, incluido la toma de decisiones, tantas veces discutible­s. Ahora llega la fase decisiva, la que no ha conseguido arreglar durante sus casi cinco años en el Real Madrid. Le toca marcar las mismas diferencia­s de el Insular a un gran partido y mantenerse firme de aquí al final de temporada. Después de su exhibición en Canarias cuesta verle fuera del equipo titular frente a la Juve, pero su trayectori­a invita a la duda, no sólo entre los aficionado­s y el periodismo, sino para Zidane, que finalmente le ha retirado la condición de titular indiscutib­le.

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CON LUZ. Bale invita a soñar en días como el de Las Palmas. Le mejora todo, incluido la toma de decisiones.

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