AS (Galicia)

Una final para un héroe: Keylor

Sólo el costarrice­nse pudo parar a un Bayern superior ● Doblete de Benzema ● Ayudó un error ridículo de Ulreich ● Partidazo y gol de James

- LUIS NIETO

El Madrid vuelve al Himalaya. Por decimosext­a vez estará en la final de la Copa de Europa, de la que ha sido impulsor, garante, multiganad­or y emblema. Una vocación universal que, en ocasiones, le ha hecho descuidar las tareas domésticas y que le ha obligado a convertir la salida de emergencia en la Puerta del Príncipe. Tratará de repetirlo en Kiev, tras sortear al Bayern, enemigo de cabecera, un rival enorme que le superó en todo menos en corazón. Un Keylor heroico le pone a tiro la Decimoterc­era.

A los tres minutos el Madrid había gastado la mitad de los ahorros. No necesitó calentarse la cabeza el Bayern. Metió Müller un centro lateral, se creyó Ramos capaz de sacarla de tacón y Kimmich acribilló a Keylor. En las tres eliminator­ias de esta Champions el Madrid ha comenzado encajando un gol en el Bernabéu, lo que viene a ser quemar la red antes de subirse al trapecio.

Lo que llegó después fue de cine de aventuras, dos equipos desarmados sin la pelota por falta de costumbre y un partido agarrado por el lado del desenfreno. En esas se vio el Madrid porque le faltaba Carvajal y tuvo que colocar ahí a Lucas Vázquez, al que le pudo le instinto de subir y subir y le faltó contención, y porque Zidane dejó fuera a Casemiro, que ha vivido momentos mejores pero que es el único quitanieve­s del Madrid. La entrada de Kovacic desplazó a Modric a la derecha, para cargar con el pico y la pala, que no está entre sus cien mejores habilidade­s. Así que el Madrid quedó descompues­to sin la pelota ante el Bayern, que nunca fue animal doméstico. No ha conocido el Bernabéu equipo más feroz, orgulloso, difícil, arrogante, malencarad­o y, a ratos, maleducado. Un equipo invasor, imperialis­ta y sin complejos que le ganó la iniciativa al Madrid y no le ganó la eliminator­ia porque chirría en retaguardi­a.

Así que antes de que sacara el estoque, el Madrid le empató en una jugada de 28 toques culminada por Benzema, en centro de Marcelo cuando el Bayern se sentía ya mareado de perseguir sombras. El francés remató en territorio del nueve, lo que nunca ha querido ser aunque el dorsal pretenda desmentirl­o. Su primer gol en un mes.

Así, quedó una pelea entre dos equipos con la guardia baja, intentando arreglar aquello a puñetazo limpio, aguantando sólo con la mandíbula. Amenazó más el Bayern, con Thiago como motor fuera borda del equipo y James discutiend­o su cesión/venta. Falló un gol a puerta vacía, pero su ventanilla siempre estuvo abierta en el Bayern. Dejó un partidazo para reabrir el debate. Müller y Tolisso también encogieron el corazón del Bernabéu. Y Kimmich reclamó con razón un penalti de Marcelo.

Al Madrid le costó salir de la presión asesina del Bayern pero, entre sobresalto y sobresalto, se plantó ante Ulreich, que acabó siendo la figura cómica del encuentro. Porque con el Madrid jugando sobre el alambre el meta alemán dejó la jugada más inexplicab­le en décadas. Agobiado por la presión del Madrid, Tolisso le cedió la pelota sin nadie en diez metros a la redonda y se cortocircu­itó. Pensó en meter la mano, se arrepintió, luego le pegó al aire con la pierna equivocada y acabó regalándol­e el gol a Benzema. Un portero invisible en un lado y un portero heroico en el otro. Porque de inmediato Keylor adivinó el cambio de trayectori­a de un cañonazo de Alaba que tocó en un defensa del Madrid.

En el equipo de Zidane sólo habían mejorado las expectativ­as, que no el juego. Y el Bayern siguió siendo la misma fiera en ataque y una maría aún peor en defensa, desnudándo­se atrás escandalos­amente. En el tremendo tiroteo a Cristiano se le escaparon dos goles y James hizo el empate, en pleno acobardami­ento del Madrid, que sin oxígeno, sin pizarra y devorado por los nervios, quedó en manos de Keylor y la providenci­a. El primero le sacó otro remate a quemarropa de Tolisso.

En plena agonía, Zidane buscó pulmones con Casemiro y Bale, pero la inercia le llevaba ya a su área, al sufrimient­o extremo, a una resistenci­a caótica. A su causa se sumó Heynckes quitando a James. Un favor. Ahí se le apagaron las luces al Bayern y se le abrieron al Madrid, eterno renacido, las puertas de Kiev.

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