Cuando el resultado da igual
La cara de los aficionados del Celta no varió con el gol de Lucas sobre la bocina. Ni una pequeña mueca de decepción. La gente fue a Balaídos a vacilar al eterno rival por el consumado descenso a Segunda, y el resultada daba exactamente igual. La ironía no descansó ni un segundo, aunque el empate supusiera el adiós prácticamente matemático a las opciones de Europa. Con el triunfo, el séptimo puesto quedaba a tres puntos, aunque las cuentas seguían siendo complejas. Con el empate, ya es misión imposible. Pero la afición ya parecía tener asimilado ese final a una gris temporada. El Celta acabará el curso en mitad de la tabla, ofreciendo una imagen bastante mediocre y dejando claro que sin Iago Aspas el equipo vigués es del montón. A Mouriño le toca pulsar el botón de resetear.
El primer señalado es Juan Carlos Unzué, por la directiva y por la afición. Su cese sólo está pendiente del anuncio oficial, y ayer esa decisión fue aplaudida por la afición. El celtismo silbó al técnico cuando su nombre fue anunciado por megafonía y después le recriminó la sustitución de Brais Méndez. No ha conectado con la grada igual que no lo consiguió hacer con la plantilla. Y por eso no seguirá. El derbi no fue la puntilla porque ya estaba sentenciado, pero sí quedó patente su divorcio con la grada. Del partido es difícil hablar, porque fue un duelo de muy bajo nivel. Sin intensidad, con mucha imprecisión y con escasa ambición. Sólo se salvaron de la quema algunos jugadores, que demostraron que a ellos sí les importaba el resultado. Sólo queda esperar que el próximo derbi sea mejor. Y pronto.