AS (Galicia)

La foto de los suecos que dieron una lección

Su juego serio les llevó a cuartos

- POR JUAN CRUZ

Es mucho más que hacerse el sueco lo que hicieron los suecos en el Mundial. Eso de hacerse el sueco no es precisamen­te alusivo a un defecto (¡o a una virtud!) de estos nórdicos, porque la expresión nació en la antigüedad y se refería más bien a lo que hacían cómicos que calzaban unos zapatos (succos, zuecos) determinad­os para agigantar sus torpezas. Y es cierto que se dijo de marineros suecos que se hacían los tales en los puertos españoles…

Pero ni una cosa ni otra se ajusta al carácter de los suecos. No pasan de nada y son más rápidos que la pólvora, son educados y cumplidore­s en todas las disciplina­s en las que se empeñen.

Esos suecos han dado muchas lecciones a la humanidad y ahora acaban de darle un ejemplo a todo el mundo en el curso de la competició­n más importante del fútbol, acaecida en Rusia. Llegaron a los cuartos de final haciendo un juego serio, fueron capaces de arrostrar a grandes seleccione­s, sin contar con una tradición futbolísti­ca de primer orden, desposeído­s además de su estrella más rutilante (y más antipática), Ibrahimovi­c, que además perdió con Beckham la apuesta de que Inglaterra iba

Mundial Basaron su fútbol en el compromiso y la dignidad, tal como son

a caer frente a los amarillos. Los amarillos pasearon por el Mundial su dignidad hasta el suspiro final. Basaron su fútbol en la convicción estética que adorna su manera de ser, el compromiso y la dignidad, en el fútbol y en cualquier cosa, y al final demostraro­n que no estaban allí para dar lecciones de fútbol, aunque las dieran, sino de ciudadanía. El equipo que fue de Larsson recibió, finalmente, dos goles de Inglaterra, cuyo fútbol no hizo tirar cohetes, llegó hasta los cuartos tras una docena de años sin oler Mundial y celebró con orgullo su trabajo.

La foto final de esta trayectori­a no es, pues, de grandeza en el resultado, pero fue de grandeza en el ánimo. El entrenador, Jan Andersson, reunió en el propio campo a sus futbolista­s y les hizo la arenga de los que pierden: ganar no es tan solo la virtud; la dignidad mayor es perder luchando, dando la cara.

Comparar es humano, aunque a veces resulte insoportab­le. Y yo no pude quitarme de la cabeza la manera española o argentina de despedirse del Mundial, después de haber quemado en naderías de medio campo la energía acumulada por una afición y por un fútbol que al fin no estaba hecho para competir sino para contemplar. Los suecos dieron una lección para la que han estudiado en las escuelas y en los campos: saber perder.

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SABER PERDER. El selecciona­dor se dirige a sus jugadores tras ser eliminados.
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