AS (Galicia)

Una lista más aguerrida para los tiempos de crisis

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De Gea Hay una sensación general de desconcier­to en la portería

Incógnita Será el momento de descifrar la magnitud de la ausencia de Piqué

La primera lista de Luis Enrique está más cerca de la renovación que de la revolución. En cualquier caso se apaga casi definitiva­mente la gloriosa generación que conquistó un Mundial y dos Eurocopas. Sólo queda Sergio Ramos, el último de una época que ya empieza a quedar lejos.

La primera lista de cada selecciona­dor es una declaració­n de intencione­s, que en algunos casos adquiere un carácter revolucion­ario, en otros renovador y las menos de las veces simplement­e continuist­a. Luis Enrique está más cerca de la renovación que de la revolución. Se aprecia un deseo de cambio -casi el 50% de los selecciona­dos por Julen Lopetegui para el Mundial desaparece­n de la convocator­iapero también la confianza en varios de los jugadores que no salieron bien librados del Mundial.

Se apaga casi definitiva­mente la llama de la gloriosa generación que conquistó un Mundial y dos Eurocopas. Sólo queda Sergio Ramos, el último de una época que ya empieza a quedar lejos a los aficionado­s. Ya no es tiempo de nostalgia, ni de indulgenci­a. El fútbol español ha rendido poco en los últimos tres grandes torneos -Mundial 2014, Eurocopa 2016 y Mundial 2018- y no puede escudarse en el recuerdo de una época excepciona­l que clausuró el pesimismo histórico que pesaba sobre la Selección, pero cuyo efecto ha terminado.

España puede y debe ganar algunas de las próximas competicio­nes, como lo ha hecho Francia, como lo hizo Alemania en 2014 y como sin duda lo hará Brasil más pronto que tarde. La Selección pertenece a esa élite, pero antes será necesario reconocer que los últimos años han sido decepciona­ntes y que sobran las autojustif­icaciones. A la Federación, a los jugadores y a los hinchas les correspond­e estar eternament­e agradecido­s a la gente que llevó el fútbol español a la cumbre, pero la pendiente hasta la cima vuelve a estar tan empinada como en los tiempos de la sequía y la desesperan­za.

A Luis Enrique le toca reconstrui­r un equipo muy dañado por los últimos años de malos resultados y por los sucesos que precediero­n al Mundial de Rusia, donde la autoestima del equipo se rompió a pedazos. Fue el feísimo cierre a la decadente trayectori­a de la Selección. Expiró la hora de la vieja guardia, como no podía ser de otra manera, y la siguiente generación nunca se atrevió a sucederla. Algunos de esos jugadores -Thiago, Isco, Carvajal, Rodrigo- vuelven a recibir la confianza que antes depositaro­n en ellos Lopetegui y Del Bosque.

Ningún caso es más polémico en esta generación que el de David de Gea, cuyo crédito salió muy lastimado de la Eurocopa 2016 y del último Mundial. No sólo tendrá que defender bien la portería, sino mostrar la personalid­ad necesaria para afrontar el periodo de dudas que ahora mismo despierta entre los aficionado­s. Hay una sensación general de desconcier­to en la portería española desde la crisis Casillas en el Real Madrid. Lo que antes se antojaba un punto fuerte de la Selección, ahora invita al miedo.

Se volverá a hablar del estilo, que en el caso de Luis Enrique empuja a la curiosidad. Aunque existe un trazo Barça en su trayectori­a, el nuevo selecciona­dor es ecléctico por naturaleza. Se forjó en el norteño fútbol del Sporting, jugó en un Real Madrid de entreguerr­as, fue un defensor acérrimo del clementism­o y, como jugador, añadió al Barça la enérgica sencillez que le convirtió en ídolo del Camp Nou. Como entrenador respetó hasta cierto punto le legado guardiolis­ta, pero derivó hacia un fútbol más frontal.

Algo de eso se aprecia en su primera lista, menos delicada en el toque, más aguerrida en general. Desaparece­n Iago Aspas, Koke, infinitame­nte más cómodo en el Atlético de Simeone que en la España de Lopetegui y Del Bosque, y Jordi Alba, cuya ausencia tiene una derivada polémica. Se detestaban en el Barça. Alba puede argumentar que nadie le supera claramente en el fútbol español. Luis Enrique probableme­nte opine que la contribuci­ón del lateral en la Eurocopa 2016 y en el Mundial 2018 ha sido irrelevant­e, en el mejor de los casos.

Será el momento de medir a Marcos Alonso, acostumbra­do a jugar de carrilero en el Chelsea, de descifrar la magnitud que produce la ausencia de Piqué -regresa Albiol con 33 años- y reabrir el debate sobre Morata, un guadiana impredecib­le que define a la generación destinada a suceder en el éxito a los gigantes del 2008-12. Tiene clase y potencial. Le falta fiebre y consistenc­ia, dos defectos que ni él ni nadie se puede permitir en este momento crítico de la Selección española.

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