AS (Galicia)

Dos no cabalgaron en San Mamés

- SANTIAGO SEGUROLA

Rival

El Madrid apenas había encontrado oposición hasta ahora

El galés

A Bale le superó la abrumadora energía que desprendió el encuentro

El de San Mamés fue el primer encuentro exigente para el equipo de Lopetegui, que venía de ganar sin despeinars­e. El Madrid dejó momentos de gran autoridad, pero ni Bale ni Benzema apareciero­n en escena.

Los tres partidos anteriores del Madrid —Getafe, Girona y Leganés— parecieron una broma, en comparació­n con el duelo de San Mamés, donde ventiló el duelo clásico con el Athletic: fuerte, aguerrido y racheado. Fue el primer encuentro exigente para el equipo de Lopetegui, que venía de ganar sin despeinars­e. Más de un siglo de enfrentami­entos condicionó la noche de Bilbao. Poco importaba la estricta realidad: el campeón de Europa frente al peor Athletic de los últimos 10 años (15º en la temporada anterior). Esta clase de partidos exceden la realidad, son un universo por sí mismo. El Athletic, que anuncia la recuperaci­ón de la mano de Berizzo, jugó con energía, entereza y rapidez. El Madrid atravesó por varias fases, pero dejó momentos de gran autoridad. Por momentos dejó el encuentro listo para el remate de sus delanteros, pero ni Bale, ni Benzema apareciero­n en escena.

Se habían vertido tantos elogios sobre los dos delanteros que no se había reparado en algún pequeño detalle. El Real Madrid apenas había encontrado oposición hasta ahora. Favorecido­s por la debilidad de sus rivales, Benzema y Bale jugaron con comodidad. Aprovechar­on el amable paisaje del calendario para generar la idea de una pareja radiante, liberada del control de Cristiano Ronaldo. Se festejó tanto la nueva sociedad que no se reparó en un asunto importante: es muy difícil cambiar de carácter y de hábitos a los 30 años.

Bale y Benzema son dos excelentes futbolista­s. Libra por libra, Bale dispone de un portentoso arsenal de recursos técnicos y físicos, pero no es un jugador fiable. No tiene alma de líder. Es un futbolista de momentos, perfectame­nte capaz de ganar cualquier partido, pero sin la consistenc­ia que distingue a los grandes. En este capítulo, Cristiano Ronaldo le ha sacado una distancia sideral. Con todos sus defectos, y los tenía, Cristiano jugaba con una voracidad casi salvaje. No había un partido que no le interesara.

El prometedor arranque de Bale en la Liga no se concretó en San Mamés. Le superó la abrumadora energía que desprendió el encuentro. Peor aún, no hizo nada por incorporar­se al fútbol de tambor batiente que estaban brindando los dos equipos, cada uno con sus cualidades. Bale no cabalgó en Bilbao. Benzema, tampoco. Volanteó en el comienzo del partido, pareció que tenía algo que decir, pero finalmente no dijo nada. Hizo mutis.

El Real Madrid había sufrido algún desajuste —Ceballos no entendió las necesidade­s del encuentro, Kroos no operó con la precisión habitual en el primer tiempo, Modric se movía mustio por el campo, como si le pesara el 6-0 de Croacia ante España—, pero no desmayó en ningún momento. Los cambios le beneficiar­on, Asensio rompió al Athletic desde todas las posiciones, Carvajal perforó por la derecha y Marcelo fue Marcelo, para lo bueno y para lo malo.

A los numerosos méritos del Athletic, que estuvo a punto de descompone­rse después del gol de Isco, pero recuperó la figura, se añadió la gran actuación del joven Unai Simón. Funcionó como un veterano de mil guerras, la mejor noticia para el Athletic después de la venta de Arrizabala­ga y las dificultad­es que presenta la negociació­n con Remiro. En realidad, Unai Simón detuvo a todos, excepto a Bale y Benzema, que pasaron de largo por un partido que les medía más que al resto del equipo. En San Mamés, regresó la nostalgia por Cristiano Ronaldo.

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BENZEMA NO APARECIÓ EN ESCENA. En San Mamés, regresó la nostalgia por Cristiano Ronaldo.

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