AS (Galicia)

Ni corazón ni orgullo

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Vaya chasco. Lo peor de vivir el fútbol con pasión es que se sufre. Mucho. Con excesos emocionale­s que consiguen que sea la actividad que más fascina a la humanidad. Por eso, nada más acabar el partido de Butarque los madridista­s, ingenuos somos, llenamos nuestros móviles de mensajes eufóricos, cargados de fe y entusiasmo. “Amigo, ahora ganamos al Sevilla en el Pizjuán y damos un golpe a LaLiga a tres días del derbi”. En ese momento nos hubiéramos jugado los ahorros y hasta la casa apostando por nuestro Real. Somos así. Cuando amas algo, la capacidad de racionaliz­ar tu pasión se minimiza y te dejas llevar por el carpe diem. Imaginábam­os un Madrid que saltaría a Nervión con la famosa presión alta, mordiendo en cada balón dividido, respondien­do al Arrebato sevillista con otro Arrebato merengue. Un Madrid con personalid­ad, capaz de silenciar la caldera del Pizjuán... El chasco fue tremebundo, más grande que La Giralda. No es que el Sevilla fuera superior, es que nos arrasó durante 45 minutos para la infamia de la historia del mejor club de todos los tiempos. Como bien dijo Casemiro tras la debacle en un acto de honestidad que le honra: “Hemos regalado el primer tiempo”. Y tanto. El Sevilla volaba, el Madrid miraba con sus camisetas coloradas, el mismo color que dejaron a sus fieles al irse a la ducha en el intermedio.

Presagio. Después del ‘The Best’, en 2016, el propio Sevilla nos ganó 2-1. El año pasado, fue el Girona (¡de Machín!) el que también nos tumbó. Y la profecía cumplió aquello de “no hay dos sin tres”. Estaban avisados los hombres de Lopetegui, pero no se dieron por enterados. Y me pregunto: ¿Nadie les informó de que el Barça había palmado en Leganés?

Sin defensa. Los de mi generación recordarán aquella escena durísima de la película La Naranja Mecánica, en la que el protagonis­ta, un tipo violento y ultrapelig­roso, es obligado como terapia a ver el vídeo (¡con pinzas en los párpados para que no pudiese cerrar los ojos!) de individuos que hacían tropelías como él para que así acabase repudiando esas actitudes. Pues sugiero a Julen que hoy y mañana ponga a sus chicos el vídeo del primer tiempo del Pizjuán. Ellos mismos se sonrojarán. Un jugador del Madrid no puede defender este escudo centenario con tanta frialdad emocional y estética. Les tengo dicho que en el Madrid no hay escondites. Por eso, lo del primer tiempo fue un cante mayúsculo (sólo se salvaron Bale y Kroos), mientras caían los goles de André Silva y el polvorilla Ben Yedder. Hace unos días apareció un cachalote en el río Manzanares (luego se supo que no era de verdad), pero mientras coló pensé que en esta vida ya tenía todo visto. Pues no. Tocan tiempos de reflexión antes del derbi...

Y llega el derbi. La afición está dolida y desconcert­ada. Todos me recuerdan que es necesario que el equipo reaccione de aquí al sábado. Sólo un gran triunfo en el derbi del Bernabéu puede suturar en parte una herida que ahora sangra de forma abundante. Me lo recuerdan Merche G. Redondo, que pertenece a una familia 100% madridista, Juan Pedro de la Peña ‘La Bella’ de Marbella (¡ánimo campeón!) y los fieles de las peñas Caudetana, Villalba de Calatrava, Llanos del Caudillo, Umbría de Fresneda, Bazán, Mirones, Pueblo Nuevo del Bullaque, Cinco Casas y Santa Quiteria. Mi hijo, un niño que quiere a su Madrid de forma limpia y sentida, me llamó al descanso: “Papá, esto es una vergüenza”. Pues sí, Marcos. Lo fue.

La noche empezó bien para el Madrid con la derrota del Barça en Leganés. Pero en el Pizjuán se llevó un chasco brutal ante un Sevilla que le pasó, literalmen­te, por encima...

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