AS (Galicia)

La borrasca crece en el Real Madrid

Nada hacía sospechar que el vibrante Madrid del día del Roma iba a transforma­rse en un equipo asediado

- SANTIAGO SEGUROLA

Pesimismo Ahora todo parece peor (juego, futbolista­s, plantilla y entrenador)

Nostalgia La sensación de temor agiganta el síndrome Cristiano

En sólo dos semanas el equipo de Lopetegui ha visto cómo una pequeña herida se ha convertido en una infección considerab­le: falta gol, abundan las lesiones musculares, no hay desborde ni nada que se le parezca...

De repente todo invita a la duda en el Real Madrid, afectado por una misteriosa condición del fútbol: convertir una pequeña herida en una infección considerab­le. Nada hacía sospechar que el vibrante Madrid ganador del Roma, hace apenas dos semanas, se transforma­ría en un equipo asediado por toda clase de problemas. A la luz de los últimos partidos (desde el decepciona­nte segundo tiempo contra el

Espanyol hasta la derrota en Moscú, pasando por el fracaso en Sevilla), el Real Madrid se encuentra en mal estado: le falta gol, abundan las lesiones musculares (Carvajal, Marcelo y Bale, aunque al club le parezca feo decirlo), los jóvenes se resisten a tomar el liderazgo del equipo y el juego se limita cada vez más a la viejísima fórmula de los centros laterales, sin desborde ni nada que se le parezca. En el ambiente crece una sensación de temor que agiganta todavía más el síndrome Cristiano Ronaldo.

Cuando los equipos entran en esta dinámica, no se sabe qué hay de realidad o de aprensión. Todo parece peor (el juego, los jugadores, la plantilla, el entrenador) y todo invita al pesimismo. No siempre la percepción se ajusta a la realidad.

En más de una ocasión el Real Madrid ha resuelto crisis que parecían insalvable­s. Ocurrió en la Liga 2006-07, con Fabio Capello como entrenador de un equipo que se caía a pedazos en la primera vuelta, o en la última temporada: se cerró con la victoria en la Liga de Campeones, después de conceder 17 puntos de ventaja al Barça y de caer eliminado en los cuartos de final de la Copa del Rey frente al Leganés. Cinco jugadores de aquel equipo, más que ningún otro en Europa, han figurado en el reciente equipo ideal de la FIFA: Sergio Ramos, Varane, Marcelo, Modric (designado mejor futbolista del año) y Cristiano Ronaldo. Nadie lo habría dicho a finales de enero, en lo que parecía un desplome sin remedio.

La derrota frente a entusiasta y débil CSKA de Moscú explicó el carácter contaminan­te que tienen los problemas en el fútbol. Kroos, un reloj con la pelota, cometió el error que nadie sospecharí­a en él: un pase malo, descuidado y letal para su equipo. Probableme­nte no cometerá uno parecido en su vida, pero en estos momentos casi resultó natural, lo mismo que los tres remates al palo. El partido se empeñó en retratar con la máxima crudeza las crecientes imperfecci­ones del Real Madrid, donde todo está sujeto a debate. Aspectos que en otros momentos pasarían inadvertid­os ahora invitan a la polémica: ausentes Sergio Ramos y Marcelo, ¿por qué no fue titular Vallejo en el centro de la defensa?, ¿por qué Vinicius, un extremo con fama de hábil y explosivo, no fue utilizado en un partido que requería más desborde que nunca? Si se empieza a hilar tan fino en cuestiones en las que nadie reparaba hace tres semanas es porque al Real Madrid se le han abierto frentes por todas partes. Es un síntoma de angustia.

Ya no basta con señalar la falta de producción de Benzema, único aspecto preocupant­e hasta hace sólo dos semanas. Al Madrid también se le ha caído el juego, la energía, la creativida­d y las soluciones en una plantilla que ha perdido a gente como James Rodríguez y Cristiano Ronaldo, sustituido por Mariano. Ahora mismo, en un momento tan sensible a las percepcion­es agudas, la distancia se antoja sideral.

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