AS (Galicia)

Desazón en el palco y hastío en el vestuario

- JESÚS GALLEGO ■

Al mismo tiempo que el sábado volaban por el campo los jugadores del Eibar, los madridista­s iban aterrizand­o en su actual realidad de dudas y desmotivac­ión. Las cuatro victorias con el improvisad­o Solari tuvieron un efecto analgésico y el parón de seleccione­s sirvió de antiinflam­atorio en la caseta, pero el diagnóstic­o profundo seguía siendo preocupant­e. Llegado el momento de volver a competir, apareciero­n de nuevo los peores síntomas del enfermo, que empezó perdiendo el fútbol y terminó perdiendo el pulso. Los jugadores se dejaron ir en la derrota, como resignados al efecto de un veneno embriagado­r que finalmente les ha atrapado por completo: la ponzoña del éxito. Lo más alarmante de lo visto el sábado en Ipurua fueron la desgana y falta de actitud generaliza­das. Lo mismo que el ímpetu se contagia, la indolencia y la desidia también se pasan de unos a otros.

Empiezas por Gareth Bale, deambuland­o de nuevo por el campo como un fantasma, y terminas por Sergio Ramos, que ya ni le pega una voz a un compañero. ¿Qué va a decirles: “Vamos chavales, que parece que hemos ganado ocho balones de oro”? Más que piedras en la mochila, lo que llevan son muchas copas y muchos premios. Porque cuando falta el fútbol, y sobre todo el gol, que es el gran problema de este equipo, tiene que salir la profesiona­lidad y la vergüenza. Puede que el juego no alcance pero, al menos, tienen que hacerlo el decoro y la dignidad. El aficionado madridista, y el presidente también, ya sólo aspiran a una temporada digna de los blancos.

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