Embarba brinda al Rayo su primer triunfo en Vallecas
El extremo cortó la mala racha de diez partidos sin ganar
Era día de reencuentros en Vallecas: de gritar hasta la extenuación, abrazarse y emocionarse. Por fin llegó el momento de vencer, una sensación inédita allí desde el regreso del Rayo a Primera. El estadio recuperó la alegría 187 días después del último triunfo de los suyos, el del ascenso.
Los franjirrojos daban, así, carpetazo a su crisis (diez partidos sin ganar) y las nubes se abrían en la clasificación. La salvación se ve algo más factible. Vallecas no perdió la fe y Míchel puede respirar tranquilo. Todo ello a costa de un Eibar que, después de tocar el cielo goleando al Madrid, se estrelló contra la realidad. Y es que la necesidad todo lo puede.
Los armeros salieron a la guerra, metiendo al Rayo en las trincheras. Dimitrievski fue el escudo local al detener los tiros --con más intención que peligro-de Escalante y de Oliveira. Los de Mendilibar se hicieron con el balón y los mandos, acechando el área rival con Cucurella como vigía. Él sirvió el esférico a Enrich, en un remate que se marchó fuera. Este fue el principio, ni mucho menos el final. Cote divisó a Jordán en el punto de penalti, le puso la pelota y Dimitrievski repelió un testarazo intimidante. Los franjirrojos apenas amenazaron.
Tras el descanso, más adrenalina. Hubo dos palos (Diop y Embarba) en dos jugadas invalidadas. El Rayo, que había estado hibernando, despertó. Álex Moreno tiró de velocidad y desborde, hizo una pared con Álvaro y corrió hasta la línea de fondo para servírsela a Embarba, que se adelantó a Ramis y cazó el 1-0. Esa fue la guinda a su partido 150 con la Franja.
El gol fue la mejor medicina para el Rayo, que desactivó al enemigo. Esa inyección de autoestima le hizo buscar la sentencia y De Tomás mandó alta una ocasión nacida en un libre directo. Sin embargo, quedaban varios giros de guión. Elustondo entró para reforzar las labores de contención y al cometer falta sobre Cucurella se lesionó.
Final de infarto. Míchel apostó por la defensa de cinco, con Tito por la derecha y Velázquez como central. Ahí, el Eibar trató de revolverse, pero los locales se remangaron para que la victoria no huyera esta vez. Vallecas abrió los ojos, entre sudores y con el pulso acelerado. La pesadilla había acabado. Y ante la incógnita de lo que sucederá mañana, mejor saborear hoy este reencuentro.