El Huesca sucumbió ante el talento de Iago Aspas
El moañés marcó dos goles; el segundo, una obra de arte
Dijo Francisco al acabar el partido que “debe ser una gloria tener a Aspas”. Para el Celta es gloria bendita, sin duda. Para el fútbol también. Es una bendición ver a un futbolista con tanto talento sobre el césped. Pocos son capaces de convertir un balón largo hacia una esquina del campo en una obra de arte. Akapo lo padeció en primera persona. Intentó abortar su truco de magia y acabó lesionado. Es normal, le pasa a muchos seres humanos que se dedican a este deporte. Y es que Aspas debe ser de otro planeta. Esta vez hizo la del trilero. Taconcito por aquí, pisadita por allí, bicicleta por el otro lado y, de repente, el balón apareció en la red. Pura magia.
Con su gol imposible, Aspas selló un encuentro que él mismo había abierto tras finiquitar una jugada made in A Madroa. Mallo y
Brais conectaron de manera vertiginosa por su costado, el lateral se impuso por velocidad hasta la línea de fondo y centró al corazón del área pequeña. Allí estaba el más listo de la clase para poner la guinda.
Dudas. Hasta el momento de los goles, el Huesca había dominado el partido a su antojo. Incluso provocó los silbidos de la grada de Balaídos, que se movía inquieta en su asiento viendo como su equipo no encontraba el norte. Esta vez el Celta no abusó tanto de la salida en corto, pero el balón en largo tampoco fue una solución. La mayoría de los balones se perdían en la nada, mientras los oscenses amenazaban la portería de Rubén (la gran novedad en el segundo once de Cardoso). Rivera pudo adelantar a los visitantes a los ocho minutos, con un testarazo franco a pocos metros de la meta celeste. Incomprensiblemente, remató fuera. Luego lo intentaron entre Ferreiro y Moi Gómez, pero volvió a fallar la puntería. El Celta empezó a despertar a base de chispazos de calidad. Hasta que apareció Aspas y finiquitó el asunto.
De la casa El primer gol lo fabricaron entre tres canteranos: Brais, Mallo y Aspas