Cardoso, del ridículo a la excelencia
El plan diseñado por Miguel Cardoso, o por la directiva, se cumplió esta semana a la perfección. Eliminación en Copa y victoria ante el Villarreal. Muchos celtistas se decantarían por lo contrario si tuviesen que elegir. El triunfo en el Estadio de la Cerámica está muy bien, pero la afición se ha quedado sin la ilusión que genera el torneo del KO, el camino más corto para llegar a Europa y para pelear por el primer título en la historia del club vigués. El Celta tiró la Copa en Anoeta porque a alguien, ya sea en el cuerpo técnico o en A Sede, se le pasó por la cabeza que este equipo podría tener problemas para mantener la categoría. Una paranoia incomprensible cuando el número 10 de tu equipo se llama Iago Aspas. El moañés por sí solo te garantiza la permanencia y luchar por los puestos europeos.
Aspas podría haber jugado de inicio contra la Real y repetir titularidad tres días más tarde. No era ningún sacrilegio, como demostró Okay. El turco fue titular en Copa y firmó un partidazo ante el ‘Subamarino amarillo’. Ejerció de director de orquesta para interpretar la sinfonía compuesta por Cardoso. El Celta logró un triunfo coral. Solo desentonó Rubén Blanco por su incomprensible error que resucitó a un rival moribundo. El resto de los titulares ofrecieron su mejor nivel individual, plasmando sobre el césped la estrategia preparada por el técnico portugués. Un equipo muy corto, vertical y que combinó con acierto la salida de balón en corto y en largo. Paso adelante de los centrales, de Jozabed y de Boufal. Un bloque que rozó la excelencia y que sería candidato a alcanzar la final de la Copa.