AS (Galicia)

Primero pelea, luego disfrute

Kalinic, primer gol en Liga, Griezmann y Rodrigo marcaron ● El Alavés apretó en la segunda parte hasta el 81’ ● Lucas se fue lesionado ● Gran Arias

- PATRICIA CAZÓN REPORTAJE GRÁFICO JESÚS Á. ORIHUELA, DANI SÁNCHEZ Y EDUARDO CANDEL

El partido comenzó como si el rock de los altavoces se hubiese trasladado al césped. Duro, contundent­e, áspero. Apareció la pelea antes que el fútbol en este partido de sábado de puente, una de la tarde en Madrid. Calleri empieza, deja un brazo atrás; Kalinic responde, la pierna. Hernández Hernández pronto se vio obligado a tirar de bolsillo. Minuto 4 y el croata ya veía la amarilla.

Había salido el Atleti bien, combinando y con precisión, por la banda de Arias y Correa. El primero percutía, el segundo se diluiría pasados los primeros 15 minutos. El Alavés es un equipo que te desgasta y ese era su plan: centrar balones y que Calleri los bajara. En el Atleti ninguna ocasión cristaliza­ba. Rondaba, pero no llegaba. Con Wakaso anulado, Thomas ponía físico y Rodrigo control (con alguna pérdida de balón peligrosa). Y la mano de Hernández Hernández que no dejaba de entrar y salir de su bolsillo: 20 minutos, cuatro tarjetas. Y subiendo. Fue la enésima subida de Arias lo que devolvió el rock a los altavoces del estadio.

La jugada la inició Lemar, controló Arias, centró con guante. En la línea de gol apareció Kalinic para golpear con lo que fuera. Cintura, barriga, ombligo. Qué más da. Adentro. Es su primero en Liga. Simeone se los pidió y ahí los tiene: sin Costa, sus goles. Tras la portería de Pacheco ondeó alto una bandera gigante, esa en blanco y negro, la cara de Gabi. No pudo disfrutarl­o mucho el Cholo rato eso que medita, Vitolo por detrás. El Alavés crecía y crecía.

Por si acaso, Simeone se cementó atrás dando entrada a Montero. El sitio de Filipe fue para el chico, de natural central, y el Metropolit­ano se rendía ante su jugador total, Saúl. Si había comenzado de lateral ahora Cholo lo movía al centro para reforzarlo, primero a la derecha, luego a la izquierda, siempre cumplidor: su entrega es de las que ensanchan escudos. El Alavés con Borja era más vertical. Y otro delantero brotaría de su banco: Burgui, en el 71’, para buscar a Montero. Pintó bastos: el chaval defendió con el arrojo de un veterano. Simeone seguía con su tetris, sus cambios tácticos para echar de su área a un Alavés con intención de quedarse a vivir con Oblak.

Pero antes de que ahogara, Vitolo. Robó un balón y corrió la contra para que Grizi espantara el peligro con su bota. Disparó dos veces: primero al palo, después a la red. De nada le sirvió a Abelardo otro delantero, Sobrino. Había salido el sol sobre un estadio que alzaba la voz. Ole, ole, ole. El Atleti había sufrido pero ya estaba, pasado. Y mientras el Metropolit­ano celebraba el último gol de los suyos, Rodrigo, volvía a ondear alta esa bandera con su número, el 14, y otra cara, la de Gabi. El siguiente partido en casa será el suyo.

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