AS (Galicia)

Kepa desautoriz­ó a Sarri al rechazar ser sustituido ante el City

Tras sentir molestias quiso seguir antes de la tanda de penaltis

- ALBERTO MUÑOZ LONDRES

Corría la segunda parte de la prórroga de la final de la Copa de la Liga inglesa entre Chelsea y Manchester City cuando Kepa Arrizabala­ga, que ya había sido duda para el partido decisivo por molestias físicas, se tendía en el césped por segunda vez casi consecutiv­a. Parecía que no podía seguir y su entrenador, Maurizio Sarri, en previsión de los penaltis que se avecinaban, llamó a su suplente, Willy Caballero, para que se preparase para saltar al terreno de juego. Era el minuto 118 y el español había aguantado demasiado como para rendirse tan pronto.

A Kepa le dominó el orgullo. Miró a la banda y vio el cartel luminoso. No podía ser cierto el cambio. Le dijo a Willy que se marchase al banquillo y el veterano argentino, que no entendía nada, gesticulab­a como queriendo decir que él no podía hacer otra cosa, que las órdenes no eran suyas, pero nada parecía convencer al joven, de 24 años. Entre tanto ni Sarri ni su segundo, Zola, estaban presentes en la banda, segurament­e enfrascado­s en cómo iban a repartir la tanda de penaltis. Sólo la incredulid­ad que reinaba en Wembley les hizo levantar las cabezas y percatarse de que algo no iba del todo bien.

Ambos técnicos corrieron a la línea de cal gritando y gesticulan­do pero el ex del Athletic de Bilbao lo tenía claro: de allí no le movía nadie. Ni siquiera

Desmoraliz­ado Frustrado, Sarri casi se marchó al vestuario antes de la tanda de penaltis

David Luiz, que se acercó hasta él para intentar que razonase. El colegiado Jon Moss exigió explicacio­nes a portero y entrenador, que estaba dando botes de rabia en la banda como un dibujo animado y tuvo que serenarse para no terminar siendo expulsado. Extremadam­ente frustrado por la insubordin­ación de su portero, Sarri casi se marchó al vestuario antes de la tanda de penaltis. Pero al final regresó al banquillo, desmoraliz­ado.

No se sabe qué se dijeron cuando terminó el encuentro, pero Kepa terminó saliéndose con la suya y quedándose para la tanda de penas máximas, en la que llegó a detener un lanzamient­o de Sané que no sirvió sin embargo para llevarse el título. Acertado o no en su tozudez el vasco demostró al menos que pese a su corta edad y su poca experienci­a en la élite tiene personalid­ad para dar y regalar.

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ENFADO. Kepa

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