AS (Galicia)

El fin de una anomalía

- POR JUAN CRUZ

Zidane está donde tenía que estar. Igual que en otro tiempo Del Bosque o Molowny ocuparon el lugar que merecían en la historia del Real Madrid, el francés recupera el centro de la escena.

Tenía que ser así, se acabó la anomalía. En su alma y en su conocimien­to tendrá Zidane las razones santas por las que abandonó el banquillo blanco, manchado entonces por la identidad de sus dudas. Su sustitució­n fue un despropósi­to marcado por las prisas que produce la ira, y la sustitució­n del sustituto fue un sindiós que finalmente ha venido a calmar, tras un terremoto, la mano suave del hombre que, poseído también por la ira, se hizo hombre y cabeceó a un contrario cuando éste ofendió a su hermana.

Zidane, como Albert Camus, que proviene de la España insular pero que se hizo entre los antepasado­s del entrenador del Madrid, es un ser rabiosamen­te humano, que ni en la cancha cuando era jugador ni en su periodo fructífero como entrenador del Madrid cultivó la manía de lo políticame­nte correcto.

Sin ser jamás grosero o maleducado, ha dicho lo que debía decir sin otros remilgos que los que imponen el decoro y el respeto. Pero nunca fue otra cosa que un ser humano permeable a los cabreos y a las alegrías, hasta cuando se fue. Nadie supo por qué, a nadie debió decírselo, en estos oficios (el del fútbol, el del periodismo) en el que todo se dice de todos para que rabie el otro.

Su rueda de prensa fue un autorretra­to de su figura, pintado con la simpatía que siempre deslucen los clubes cuando se hacen fotos: una sola mujer en un escenario de hombres aparece en las portadas de los diarios; un equipo que aún no se ha decidido por tener futbolista­s mujeres recibe con fiesta a su técnico y muestra el rango machista de su estirpe, que es, ay, la de la mayor parte de los clubes de España.

Pero en esa fotografía tan masculina hay severidad o alegría, y aunque eso es así porque el hombre cuando posa cree que está haciendo historia, hay un detalle extraordin­ario: la risa de niño travieso de Zidane y la peculiar manera de usar el calzado. En este momento se puede decir que este hombre que regresa es quizá el más joven de la plantilla; juventud e ilusión para levantar del suelo el equipo que él contribuyó a poner cerca del cielo recién extraviado. Se acabó la anomalía. Ahora los contrarios se tienen que poner a trabajar de nuevo.

Descontrol Su relevo fue un despropósi­to marcado por las prisas de la ira

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