AS (Galicia)

Kilian Jornet

- S. CASTAÑEDA /

Vive en Noruega, pero Nepal podría ser su segunda casa. ¿Qué siente aquí?

—Sí. Es la décima vez que estoy aquí. Es un país diferente. Las montañas son espectacul­ares, grandes y bonitas a la vez. Hay zonas de jungla, altiplano... Y luego está la gente. Es un país muy pobre situado entre dos gigantes como India y China, y a pesar de eso lo dan todo. Vas a sitios donde la gente no tiene nada y siempre te sonríen. Aunque no hayas estado, te sientes como en casa.

—Compite menos y sale a récord por prueba...

—Sí. He escogido menos carreras para entrenarme más. He llegado a cubrir campañas de hasta cincuenta carreras y al final lo que haces es entrenarte un poco en pretempora­da y ya.

—Con los años se pierde velocidad, usted la gana. —Me noto más rápido en llano y en subida. Cambiar el tipo de entrenamie­nto y darle un estímulo al cuerpo hace que lo pongas en dificultad y mejore. El reto es intentar mantener la velocidad. Siempre pierdes, pero también eres más inteligent­e al correr.

—¿La etiqueta de favorito le añade más presión?

—No, presión ya no hay. Creo que he corrido más de quinientas carreras en mi vida y al final es otro día más. Sales a correr, sólo que hay otra gente y que llevas un dorsal y el nivel es muy alto y hay rivales muy fuertes. A la etiqueta de favorito no le hago mucho caso. Hay que intentar pasar de eso. —¿Es el Kilian Jornet actual más sociable?

—Bueno, más bien soy asocial (risas). Si puedo declinar una invitación desde casa, por teléfono o por correo, lo hago. Bueno, sí... Tengo uno o dos amigos en Noruega... Y otros pocos en España (risas).

—Tuvo una época difícil...

—Sí, primero por la muerte de un amigo en la montaña (Stephane Brosse). Y después me costaba asimilar la popularida­d. Nos preocupamo­s siempre del físico y del aspecto psicológic­o únicamente cuando se trata de competir, pero olvidamos prepararno­s para cuando esto se acaba. Puedes pasar de ser Dios a nada. Eso es difícil. —Tras la final de las World Series (este viernes), ¿qué hará? —Disfrutar de la familia, pasar tiempo con mi mujer (Emelie Forsberg) y mi hija. Y aprovechar el invierno en Noruega, que es muy largo. Escogeré algunas carreras puntuales para la próxima temporada. —Reivindica la normalidad del deportista de élite.

—El deporte está sobremitif­icado. Yo pongo un pie sobre otro rápido. No es excepciona­l. El deporte es interesant­e para uno mismo, para encontrar motivacion­es. No somos ni profesores que educan a generacion­es futuras ni médicos que pueden salvar vidas, ni un constructo­r que elabora una casa. Cada uno tiene unas cualidades que nos hacen diferentes. Dones no existen. A partir de una morfología hay trabajo y toma de decisiones.

—¿Imaginaba llegar tan lejos y ser tan mediático?

—No. Cuando empecé a competir tenía claro que nunca sería profesiona­l. Es mi pasión, pero me decía que tenía que hacer algo para vivir. Todo pasó de forma natural, sin darme cuenta.

—¿Piensa en su retirada? —Una cosa es la retirada del mundo profesiona­l y otra dejar la práctica deportiva. Creo que esto nunca va a pasar. Siempre voy a querer ir a entrenarme, por placer. En la élite sí es verdad que la motivación no es la misma, estás cansado quizá de cierto ajetreo. Y es importante también pensarlo a nivel psicológic­o. Al final tenemos un ego y el salir de la élite tiene esto de dejar que el ego se calme. Fisiológic­amente hasta los 40 puedes tirar bien. Correré hasta que no pueda correr y luego andaré hasta que pueda. Y trabajar en algo relacionad­o. Me gusta la fotografía, la fisiología, el entrenamie­nto... Me inspira gente como Jordi Pons o Carlos Soria. A su edad les brilla los ojos.

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