AS (Galicia)

“No me gustaría quedar como una anécdota”

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¿Se moviliza con el 8 de marzo? —Alguna vez he ido a alguna manifestac­ión, pero no me movilizo. —¿Qué falta por mejorar?

—En lo laboral, que en los puestos de dirección haya más mujeres. También la igualdad salarial. —¿Qué más?

—La educación desde la propia familia. Ahí quedan lagunas.

—En el fútbol, ¿dónde faltan mujeres? —Sobre todo en puestos de responsabi­lidad. Necesitamo­s

ir más allá. —Pero, ¿llegarán?

—En verdad, el inicio de la revolución ya ha llegado. La mujer ahora sigue el deporte y lo practica. Se interesa por ello y vive el ocio en familia. Hay que seguir trabajando, eso sí.

—Por ejemplo, con más visibilida­d.

—Eso es. En el público del fútbol femenino, que aumente su interés. Eso atraerá a los espónsors. Un deporte no se puede sostener sólo con ayudas.

—En los palcos habrá visto esa evolución. —Sí, sí, sí… al principio recuerdo que, cuando jugábamos Copa y venían los equipos no habituales, te señalaban y decían: “¡Ah! ¿Tú eres la presidenta?”. Parecía anormal. Ahora siempre hay mujeres en los palcos.

—¿Alguna vez le han hecho algún comentario fuera de tono? —Bueno, cuando estás hablando del equipo, opinas y te dicen: “Mira, si hasta entiende de fútbol”. Eso no se lo dirían a un hombre. Pero, sinceramen­te, han sido momentos aislados. Quizá el machismo se encuentra más en el entorno personal que en el profesiona­l.

—¿Cómo? ¿En su casa? —¡No! ¡Qué va! Al contrario. Mis hijos y mi marido fueron los que me animaron. —Cuente, cuente… —Tal cual. Yo dudaba. Un día, mi hijo Felipe me comentó: “¿Tú qué quieres ser? ¿La presidenta o la mujer del presidente?”. Esas palabras me hicieron dar el paso porque yo siempre me he revelado contra esa idea de que me vean, no por lo que soy, sino por mi relación con otra persona. —¿Se siente pionera? —No. Nunca. Ni antes ni ahora. Sólo soy una mujer que se ha metido en un proyecto deportivo. Cuando me lo decís siento una responsabi­lidad grande… —Porque algo de eso hay…

—No, no… la mujer ha conseguido metas mucho más altas que la mía. Me sentiría ridícula. Otra cosa es que haya pocas mujeres, pero pionera de nada.

—En la RFEF habrá elecciones, ¿le gustaría una mujer candidata?

—La realidad es que no se ha presentado ninguna. Todavía no ha nacido esa inquietud, creernos que podemos ser presidenta de la RFEF, de LaLiga…

—Cuestión de confianza. —Y de tendencia social. Y aún así, insisto, hay muchas mujeres directivas en LaLiga, la RFEF, los clubes…

—¿Cómo vio usted que la Supercopa se jugara en Arabia?

—Se puede ver desde las dos perspectiv­as. Desde la de que, como no se respetan los derechos de la mujer, no deberíamos haber ido, o desde la otra. Desde la visión de obligarles a dar espacio a las mujeres durante unos días para que comprendan que lo que hacen no es de este siglo o que las mujeres despierten ese interés, se reivindiqu­en. Ya que se ha hecho, nos quedamos con que sea positivo…

—El Leganés participó de la iniciativa para traer jugadores saudíes a LaLiga.

—En ese momento no pensé en ese lado social. Creo que no salió muy bien. LaLiga intenta ayudar y dar a conocer nuestra competició­n en todas partes. Su misión quizá no es estar valorando otras cuestiones. —¿Cuánto le queda en el Leganés?

—No sé si tengo fecha de caducidad. Estamos en un club familiar. Eso quizá me desgasta más. Somos personas con visiones diferentes. Chocamos mucho. Pero ahora no tenemos tiempo para pensar en nada de eso. —¿La retiene ser ejemplo para otras mujeres?

—A veces he recibido tanto cariño de tanta gente, que lo que no quieres es decepciona­rles. —¿Le gustaría que la sustituyer­a una mujer? —Pues mira, jamás me lo había planteado, pero sinceramen­te, me encantaría. Está claro que, si un día tengo que buscar sustituto, buscaré entre mujeres. Me iría con más tranquilid­ad por dejar a una mujer y, sobre todo, si la elijo yo.

—Así el Leganés seguiría siendo referencia. —Si yo me voy, luego ya nadie se acordaría de mí. Pero sería bonito que, después de tantos años, siguiera una mujer al frente. Ha costado tantos años, que no me gustaría quedar como una anécdota.

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