“YO SÍ VALGO 1.500 MILLONES”
—Es que curiosamente mi relación con él ha ido incluso a más desde que dejó la presidencia. Comíamos de vez en cuando y es verdad que tenía algunos problemas de salud, pero no como para dejarnos. Todo ha sido culpa del coronavirus. En esas veces que nos veíamos hemos hablado mucho de fútbol, porque él era muy entendido y le encantaba hablar de la que era su gran pasión aparte de su familia. Me
Aunque el fichaje ya estaba cerrado desde el mes de marzo de 1996, para enfado del Valencia, Mijatovic se presentó como jugador del Madrid el 3 de julio de ese año. Le acompañó, radiante y feliz por la operación, Lorenzo Sanz. El montenegrino respondió sin titubeos cuando le preguntaron por su presi: “Yo sí valgo los 1.500 millones que han pagado por mí”. El presidente hizo una afirmación que resultó profética: “Con Mijatovic creo que podremos al fin volver ganar la Copa de Europa”. médicos, la gente de comunicación… Todos. Quería reunir en un restaurante el espíritu de la Séptima pero con todos los que vivimos aquello en esa noche mágica de Ámsterdam. Yo le animaba porque me parecía una gran idea. No olvide que Lorenzo ha sido el padre de aquella generación que ha pasado a la historia del Madrid. Se puede decir que Lorenzo es el padre de la Séptima. —¿Cuándo conoció usted a Lorenzo Sanz?
—En la primavera de 1996 él envió a mi casa de Valencia a uno de sus vicepresidentes, Ignacio Silva. Me convenció en cinco minutos porque yo lo que quería desde que llegué a España es poder jugar en el club más laureado del mundo. Ignacio me pasó el teléfono. Era Lorenzo. Él me dijo: “Pedja, bienvenido al Real Madrid Sé que contigo vamos a ganar títulos importantes.”.
Lo mejor fue cómo manejó mi fichaje.
—¿A qué se refiere usted?
—A pesar de que el Madrid batió todos los récords de la época al pagar casi 1.500 millones de las antiguas pesetas por mí, jamás me metió presión con mi precio. Al revés. Me hablaba de retos, de ganar la Séptima después de 32 años, de ganar la Intercontinental después de 38. Nunca me recordó lo que yo había costado ni siquiera cuando tuve una racha mala ante el gol. Era cercano, campechano. Y eso…
—¿Y eso?
—Pues que tenía una presencia física que daba respeto. Alto, fuerte, siempre con su traje impecable. Si no le conocías imponía lo suyo. Pero luego se te acercaba, hablabas con él y al rato te estabas riendo. Era un cachondo, divertido, humano y nunca hablaba en clave: “Soy el presidente”. Ayer hablé con Davor y con Clarence (Seedorf) y coincidíamos en que se nos había ido un amigo, no un presidente. Era un fenómeno, de verdad. Me caía muy bien. —¿Tenía usted línea directa con él? —Yo y todos mis compañeros. Cuando teníamos que negociar las primas reunía a los ceapitanes y a los dos o tres jugadores con más peso en el equipo y siempre llegábamos a un acuerdo sin malos rollos y con sintonía. Se ponía en la piel de jugador. Iba muy a menudo a los entrenamientos de la vieja Ciudad Deportiva y si te veía bajo de moral se te acercaba, le contabas tu problema y te daba consejos como un padre o un amigo, no como un presidente. —¿Recuerda algún caso? —Claro, días antes del Clásico con el Barcelona, en diciembre de 1996, mi hijo Andrea tuvo que ser operado de urgencia
Amistad “No olvidaré cómo se portó con mi hijo Andrea. Él movía montañas”