AS (Galicia)

Los técnicos solamente le duran siete meses a Chen

- —A. M.

■ De enero de 2016 a junio de 2020 han transcurri­do 54 meses, un periodo gobernado por Chen Yansheng en el Espanyol y por la inestabili­dad en los banquillos. El presidente es sinónimo de triturador­a de entrenador­es. Hasta ocho han pasado en este periodo, por lo que la media de vida de un técnico es de sólo siete meses, cifra que supera a los anteriores presidente­s. Habría que remontarse a Julio Pardo, que dirigió al club de 1989 a 1993 para hallar una estadístic­a tan demoledora.

Galca duró seis meses, mientras que Quique Sánchez Flores fue el más estable con 22. David Gallego vivió dos etapas de un mes y cuatro meses y medio. Pero el más breve fue Machín, que apenas se sentó dos meses. Rubi estuvo 11 meses y Abelardo, seis. Y ahora Rufete, que abandonará el banquillo cuando acabe LaLiga.

Pjanic es, en buena lógica, madridista y zidanista declarado. O eso dicen que dijo, por lo visto

Ahora el Barça ha cambiado a Arthur por Pjanic, movimiento más propio de una reestructu­ración financiera que de una planificac­ión deportiva. El bosnio, centrocamp­ista elegante y con buen gusto, es, en buena lógica, madridista y zidanista declarado. O eso dicen que dijo, por lo visto. Para algunos puristas ahora tendría que ser reeducado en La Masía, revisionan­do partidos históricos del Barça mientras se le aplica una terapia de electrosho­ck hasta decir que el sol cada día sale para ver jugar a Messi. Solo así puede entenderse que haya enfados entre la parroquia blaugrana con su segundo entrenador, Eder Sarabia, por un tuit de 2015 en el que elogiaba a Cristiano Ronaldo, afirmando que era “el mejor goleador” (cuando además todos sabemos lo que eso realmente quiere decir).

Morata, por ejemplo, también confesaba hace poco que era del Atleti desde niño y que tuvo la desgracia de jugar en el Calderón con otras camisetas. Es tentador intentar ganar delante del micro lo que todavía uno no ha conquistad­o sobre el verde. Como madridista, me encanta que mis jugadores tengan un pasado en cualquier equipo rival. Cuanto más reciente y sentido, mejor. Refuerza esa sensación de equipo del lado oscuro. Siempre muy a favor de que el perro de Isco se llamara Messi, o de que salgan a la luz fotos de la infancia luciendo la camiseta del eterno rival, o de tuits incendiari­os de juventud y declaracio­nes jurando y perjurando que jamás jugarían en el Madrid para, años después, verles de blanco impoluto. Como decía Gistau: no es el amor, sino el odio no correspond­ido lo que provoca mayor despecho.

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