AS (Galicia)

Llorente rompe el espejo

El ‘14’ volvió a ser clave en la victoria del Atleti ante un Getafe que asedió en la primera parte ● Marcó el 0-1 ● Redondeó Thomas, tras un gran pase de Vitolo

- PATRICIA CAZÓN

Alarma rojo sangre. Si pensó que había pasado el peligro, nada más lejos. Getafe era Anfield y los azulones atacaban sin descanso, en asedio.

Ocasión de Mata que desbarató Arias, disparo de Mata que se marchó fuera, disparo lejano de Timor que se fue envenenand­o en su vuelo a la portería, obligando a un Oblak que tenía la madera llena de muescas. Bordalás dale que dale vueltas a su hormigoner­a. Era Europa, la necesidad matemática y también esa espina, que en sus 16 últimos duelos fueron 31 los goles recibidos por un Getafe que no logró ninguno. Pudo Mata arrancarla un segundo, con un disparo que cruzó la puerta de Oblak por poco. Pero estaba en fuera de juego. El VAR confirmó. Y el Atleti se lanzó sobre la pausa de hidratació­n como si llevara media hora de transitar por el desierto.

Deslavazad­o, perdido, superado. Sólo uno de los soldados del Cholo parecía sacar los pies de las arenas movedizas en las que se había convertido el Coliseum. Llorente. El Atleti pegaba chispazos con su trotar. Timor aún estará buscando la pelota que le coló entre las piernas.

Soria sí vio pasar esa por su derecha nada más regresar el partido de la caseta. Se quedó detenido, a contrapié. Ante Llorente también, cómo no, imposible otro. ¿No era Getafe Anfield? Pues aguántame el cubata, ahí estaba él. Deja Costa la pelota con un toque sutil para que progrese Carrasco, toca un defensa, el balón llega a las botas de Llorente, que se gira y dispara abajo. Qué delantero descubrió el Cholo sólo con que éste jugara cinco pasos adelante.

Reaccionó el hombre de negro de casa enseguida. Tres cambios inmediatos, Ángel y Molina incluidos. Para que su equipo volviera a accionar la hormigoner­a. Pero la manivela se le había resbalado de la mano y nunca más la recuperó, por mucho que Ángel nada más salir testara primero los guantes de Oblak y cabeceara luego fuera una pelota por milímetros. Chasqueó entonces el hombre de negro de fuera los labios. Y no por eso sino por ver a Llorente haciendo el gesto del cambio, con todo lo que queda por luchar en Lisboa cuando esta guerra se acabe. Pero sólo eran los gemelos, que se le habían subido. Entró Vitolo, ya llevaba un rato adentro Thomas (con todo su equilibrio): el primero preparó y el segundo marcó la sentencia. Quiebro va, quiebro viene, el canario mareó a los hombres de Bordalás al final, todos dentro de su propia hormigoner­a, mientras el Cholo terminaba de estallar el espejo. Otro día más. 33 a 0.

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