AS (Galicia)

La pasión muere, el paisaje se desvanece

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El Barça entra en una pesadilla por la que rodarán, en una película infinita, éxitos y fracasos que durante decenios han mantenido fieles a seguidores que creyeron que el equipo siempre se levantaría de la lona. Desde Berna, en 1961, cuando perdió por los pelos (y por los postes) su ansiada Copa de Europa después de eliminar al Madrid, ha habido momentos de sopor y de alegría. El fracaso de Lisboa ha sumido en la melancolía a esa legión de fieles.

La afición al fútbol crea un vínculo indestruct­ible con los equipos. Puede ser una herencia o una adherencia, pero es fuerte como un junco. Un resultado como el de Lisboa arroja esa unión a un torrente de agua helada, que el aficionado asume primero como una pesadilla, hasta que la realidad, en la que ahora estamos millones, hiela la sangre. El equipo entregó su cuerpo y su alma sin otra resistenci­a que su levísima presencia. Ninguna de las líneas estuvo activa, al menos desde que el Bayern impuso su criterio, hecho de forma física y de inteligenc­ia asociativa. Fue un incendio de la dignidad del Barcelona. Hay que irse muy lejos para encontrar un parangón a esta exhibición de inutilidad. Ni Messi ni Ter Stegen, destinados a ser las figuras, le dieron al aficionado razón para su esperanza. Y ésta decayó ante una debacle que era también su fracaso. Un aficionado se enfrenta a esa derrota como algo propio, esa es la enorme verdad. Para los aficionado­s, el Barça es algo propio. Así que el equipo hirió los sentimient­os de millones de seres humanos que se criaron creyendo que su equipo nunca caería con ese estrépito. Ahora el desamparo no lo alivia ni la palabra mañana.

Francisco Candel tituló una de sus novelas Han matado a un hombre, han roto un paisaje. Los jugadores, el entrenador, la directiva, todos, han matado la pasión y han roto la antigua ilusión de un paisaje que dejó de existir en el Lisboa, en el campo del Benfica, equipo, por cierto, ante el que el Barça, hace sesenta años, acarició aquella primera ilusión europea. Roto el paisaje, el aficionado espera que la reconstruc­ción no resulte otra pesadilla. Visca el Barça y ojalá.

El partido Fue un incendio de la dignidad del Barça, exhibición de inutilidad

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Griezmann, contrariad­o, mientras el Bayern celebra un gol.
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