AS (Galicia)

Levantan la Sexta

Pleno del Bayern en esta Champions: 11 de 11 ● El 'interino' Flick logra el triplete como Heynckes en 2013 ● Final electrizan­te

- REPORTAJE GRÁFICO AGENCIAS

bueno que los dos que tuvo los convirtió en ocasiones. Una fue al palo, la otra la salvó Keylor con su disfraz de héroe de finales.

Entre estampida y estampida fueron apareciend­o cada vez más los delanteros, convertido­s en inesperado­s actores secundario­s en la pelea por el título. Ninguno, ni Neymar ni Mbappé ni Lewandowsk­i, brilló como era de esperar. Di María recibió un pase filtrado de Ander Herrera y perdonó con un derechazo a las nubes. No había tiempo para un respiro, ni opción para que el partido fuera otro. El intercambi­o de golpes se recrudeció hasta convertir la final en un fuego cruzado al amanecer.

Un gol, un título. El partido lo hubiera podido abrir cualquiera, pero lo hizo el Bayern. Cuando por fin Thiago pudo armonizar una jugada, darle pausa y abrir a Kimmich, las aguas de la defensa del PSG se abrieron y por allí apareció en el segundo palo Coman para elevarse más que un bizcochón Kherer. Entre los designios caprichoso­s del fútbol, jamás hubiera imaginado el PSG que un canterano suyo, el más joven en debutar en su momento en el cuadro parisino, le haría el gol que más le haya escocido en su historia. Un castigo también a la cada vez más manida estrategia del PSG de ir olvidándos­e de los jugadores que forma y optar por acudir con sus millones al mercado.

No sólo fue el gol, sino que Coman apretó las tuercas por su banda y por ahí pudo llegar la sentencia. Sorprendió por eso su sustitució­n, un alarde de Flick por mostrar músculo desde el banquillo que sirvió, en realidad, para que el PSG tomara aire. Un gol parecía factible para un equipo con el ataque del parisino, pero su opción más importante fue de Marquinhos y la salvó una vez más un Neuer agigantado. Mbappé y Neymar, por cierto, acabaron el partido como durante toda la fase final de la Champions: sin marcar. Inexplicab­le y a la vez elocuente.

El PSG fue perdiendo gas, aunque sabía que estaba más cerca que nunca de alcanzar la orilla europea. Verratti le dio otro aire y Choupo-Moting, el último aliento. Mbappé fue perdiéndos­e en su laberíntic­o destino y Neymar se convirtió en un rebelde sin balón, en vez de con él. Apenas hubo una ocasión final del brasileño que se marchó llorando sin que Choupo-Moting pudiera aprovechar­la.

Faltó fe y sobró Bayern, incansable hasta el último minuto en la presión, en la fe inquebrant­able de mostrar su autoridad en cada acción dividida. Es el ADN de este equipo, la extensión de la selección alemana a nivel de clubes, la explicació­n de por qué parecen 20 aunque sean 11. La máquina de Europa vuelve a echar humo. La máquina bávara.

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