AS (Galicia)

Banega, Monchi y su trabajo de Hércules

La difícil sustitució­n de un jugador que ha marcado una época en el Sevilla

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Cualquiera pensaría que Banega lleva toda la vida en el fútbol y que está en la edad de retirada que prescribe el viaje final a un fútbol millonario y poco exigente. Bien, Ever Banega se va a uno de esos exilios dorados, pero resulta imposible negar su vigencia. Al contrario, entre las muchas y complicada­s tareas de Monchi ninguna será más difícil que encontrar un sustituto que se acerque a la importanci­a del argentino en el Sevilla. Su recorrido final en LaLiga y en la Europa League ha sido apoteósico, de los que marcan época y convierten a un jugador en bandera histórica de la hinchada.

Banega está tan acostumbra­do a confundir a sus rivales que también confunde su aspecto. Tiene 32 años, una edad que impide tomarle como un veterano en declive. La percepción de la decadencia se ha retrasado en el fútbol. Acabamos de vivir una temporada singular por la pandemia y también por el rendimient­o de numerosos jugadores que se acercan a los 35 años, o los superan. Cristiano Ronaldo en la Juve, Lewandowsk­i en el Bayern, Navas en el Sevilla, Sergio Ramos en el Real Madrid, Messi en el Barça, Cazorla en el Villarreal, Raúl García en el Athletic, Jorge Molina en el Getafe, son algunos ejemplos indiscutib­les. Iago Aspas acaba de cumplir 33. Benzema lo hará el próximo diciembre.

Todos han sido cruciales en sus equipos. Los más destacados, en muchos casos. Banega (32 años) es el más joven de todos ellos y el que más equipos ha recorrido desde su llegada al fútbol profesiona­l en Boca Juniors, donde debutó con 18 años y jugó una temporada. En Europa ha jugado en Valencia (dos etapas), Atlético de Madrid, Inter de Milán y en dos etapas diferentes del Sevilla. Ahora quedará enrolado en el equipo saudí

Al Shabab. Es la típica trayectori­a de un futbolista nómada, un tipo de jugador que no suele dejar una huella profunda por donde pasa. Son culos inquietos.

Banega siempre ha sido un excelente jugador, pero sólo se puede hablar de idilio en su relación con el Sevilla. En sus dos épocas sevillista­s ha sido más que el referente básico del equipo. Banega se ha elevado sobre esa categoría y ha modelado al Sevilla, lo ha interpreta­do como nadie, ha edificado una jerarquía que sólo está al alcance de los jugadorazo­s y ha establecid­o un magisterio de muy difícil relevo.

Es cierto que todo eso ha ocurrido porque ha encontrado el hábitat y el aprecio adecuado en el Sevilla. Por las razones que sean, no disfrutó del mismo acomodo en el Valencia, en el Atlético de Madrid o en la selección argentina, donde ha jugado 64 partidos. Argentina ha utilizado una gran cantidad de mediocres centrocamp­istas en los últimos 10 años y rara vez han confiado en Banega como conductor, o al menos como el conductor que sabemos que es. No nació para ser un futbolista subsidiari­o, el papel que desgraciad­amente le ha tocado interpreta­r demasiadas veces en su selección.

Banega pertenece a una categoría muy especial de jugadores. Parece que pertenecen al fútbol del pasado, pero son intemporal­es. Papu Gómez es otro. Su lesión fue decisiva en el desplome del Atalanta con el París Saint Germain. Con Cazorla ocurre lo mismo. Tienen toda la calle y todos los recursos del mundo. Absorben los partidos y los modifican con un trote tranquilo, una dinámica constante y nunca vertiginos­a, precisión de cirujano en sus decisiones y una rotunda personalid­ad. Pasar la pelota a Banega ha sido obligatori­o en el Sevilla porque existía la certeza de que encontrarí­a la mejor solución para su equipo y la más venenosa para el rival.

Quedan muy pocos banegas, papus y cazorlas. Son una raza especial, a punto de extinguirs­e quizá. El vacío que deja el genial sevillista supera al habitual de un gran jugador. Ha sido mucho más que eso, un faro incomparab­le que ahora se apaga en el viejo Nervión. Tendrá mucho trabajo Monchi para detectar a alguien que sea la mitad de Banega.

Valor Banega edificó una jerarquía sólo al alcance de jugadorazo­s

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Banega controla el balón en un entrenamie­nto del Sevilla..
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