Harden, a los Nets
James Harden (California, 1989) jugará en Brooklyn Nets junto a Kyrie Irving y Kevin Durant tras el acuerdo de traspaso con Houston Rockets y una colosal operación en la que se vieron involucrados también Cleveland e Indiana, seis jugadores más y nueve ro
Hay traspasos que determinan el devenir de una competición. Este es uno de ellos. James Harden formará, junto a Kevin Durant y Kyrie Irving, uno de los Big Three más temibles de la historia reciente de la NBA. Un nuevo impulso para unos Brooklyn Nets que ya se postulaban como una de las alternativas al anillo y, automáticamente, pasan a estar en el podio de los favoritos junto a Los Angeles Lakers. El movimiento, producido a velocidad de vértigo, involucra a otras dos franquicias (Indiana Pacers y Cleveland Cavaliers), a otros seis jugadores (Victor Oladipo, Dante Exum, Rodions Kurucs, Caris LeVert, Jarrett Allen y Taurean Prince) y nueves rondas del draft (ocho de primera y una de segunda). Una locura. Uno de esos traspasos que sólo se pueden dar en la NBA. Uno que, además, recupera para la memoria tiempos pasados. Muchos aficionados de Brooklyn se acordarán ahora de los LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh en Miami Heat y los Tim Duncan, Manu Ginóbili y Tony Parker en San Antonio Spurs. Auténticas leyendas. Tridentes que construyen, y cambian, la historia de la NBA. Alcanzar semejante olimpo se atisba complicado, pero en la Gran Manzana han concertado una cita con él.
Los números no invitan a menos. 24 all star, 18 All NBA y tres MVP. Eso suman Durant, Irving y Harden. La nueva incorporación aporta uno de esos tres últimos premios. Atrás, en Houston, deja un legado imborrable: 23 noches de más de 50 puntos, 65 victorias en un curso y las finales de Conferencia contra Golden State Warriors. Época gloriosa, aunque sin anillo y afeada por las circunstancias de su salida. Brooklyn se lleva al máximo anotador de la NBA de las tres últimas temporadas, pero también a uno de esos genios con los que tan difícil es lidiar. Los últimos compases en los
Rockets habrían “sonado” mucho mejor con sencillos silencios. Pero él no quiso irse callado y dio un auténtico recital en sus ultimas horas.
“No somos lo suficientemente buenos. Yo adoro esta ciudad y literalmente hago todo lo que puedo, pero esta situación es una locura y no creo que se pueda arreglar”, declaró Harden tras perder el último partido frente a Los Ángeles Lakers. Un plácido 100-117 que agotó su (escasa) paciencia. “No somos lo suficientemente buenos: química, talento, todo. Ha quedado claro en los dos últimos partidos”, añadía, en un “somos” del que ya no se sentía partícipe. Ahora queda claro por qué. Desde que aparecieron los primeros cuchicheos de traspaso, a mediados de noviembre, la relación entre jugador, compañeros y los Rockets no hizo más que deteriorarse, hasta llegar a unos niveles extremadamente tóxicos. Pocos días después de los primeros avisos de exilio, rechazó la mayor oferta de renovación de la historia de la NBA (103 millones por dos temporadas). Se perdió entre fiestas y clubes y no apareció en la primera toma de contacto con Houston. Alcanzó un punto en el que nadie sabía dónde estaba. Cuando apareció, lo hizo con sobrepeso. Después, llegó un (casi) pelotazo a un rookie y una multa de 50.000 dólares por saltarse el protocolo COVID. Con todo ello, deja a los Rockets penúltimos en la Conferencia Oeste con sólo tres victorias. Ni Dwight Howard, ni Chris Paul, ni Russell Westbrook le valieron como escuderos en su etapa tejana. John Wall parece que tampoco. Ahora, se enfrentará a una lucha de egos con tanto peligro como potencial.
Sueldo. James Harden, que este año cumplirá 32 años, tiene garantizados 135 millones hasta el verano de 2023. Eso es lo que, ahora, deberán desembolsar los Nets. Eso es a lo que la franquicia de Brooklyn se aferra para conseguir su primer anillo. Se empieza a escribir una nueva página en la historia de la NBA.