AS (Galicia)

Autoconfin­ado en la Vendée

Dídac Costa lleva 68 días en el mar en su segunda vuelta al mundo en solitario, sin escalas ni asistencia

- MARC BERNAD /

Dídac Costa (Barcelona, 40 años) está empeñado en seguir haciendo historia. Hace ya 68 días que el catalán salió de Les Sables-d’Olonne (Francia) para competir en su segunda Vendée Globe, la vuelta al mundo en solitario a vela, sin escalas ni ayuda externa en la que va 19º. Se trata de un desafío descomunal que ya logró en 2016 tras 108 días y 16 horas surcando los océanos. Ahora lo está volviendo a intentar con su barco One Planet,

One Ocean y todo son buenas sensacione­s. El miércoles superó el Cabo de Hornos y calcula que no le quedan más de 30 días de regata. “Es una competició­n única. Para quien le gusta la vela oceánica es un gran reto”, explicó a AS mientras navega por el Pacífico.

Costa, bombero de profesión, se convirtió en 2016 en el segundo español en acabar la Vendée, tras José

Luis de Ugarte, y deja claro que “lo importante en el mar es no perderle el respeto. Esta es una competició­n que va por lugares alejados y donde estamos muy aislados. Eso sí, el miedo mejor dejarlo de lado”.

Esta vuelta al mundo se hace en solitario y de ahí que lo suyo es un autoconfin­amiento en toda regla: “No es fácil estar tanto tiempo solo, pero estoy muy concentrad­o en la competició­n y en llevar el barco. Además, tengo suerte de que hay ratos en los que puedo hablar con la familia y amigos”, cuenta para después desvelar cómo lo hace para descansar teniendo en cuenta que está las 24 horas navegando. “No sé cuántas horas he dormido en total desde que salí porque depende mucho de las condicione­s meteorológ­icas, pero lo que es seguro es que lo que hago es dormir en periodos de unos 30 minutos como máximo”. A lo largo de 68 días de regata que acumula tratando de completar la Vendée, Costa ha tenido que hacer frente a vientos con rachas de hasta 60 nudos, olas verticales, granizo, una rotura de un sable de la vela mayor y hasta ballenas. Mientras navegaba por el Cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica), notó un impacto y vio, por popa, que fue por culpa de un encuentro fortuito con una ballena de ocho metros: “Comprobé si había pasado algo y la ballena parecía ilesa y el barco sólo tenía un rasguño en la quilla”.

La Vendée Globe se celebra cada cuatro años y el mayor reto es completarl­a. Cerca de la mitad de la flota no lo consigue y de ahí que lo que está logrando Costa es tremendo. Y más haciéndolo con el One Planet, One Ocean, que es un barco del año 2000, de los más antiguos de la flota. “Hemos trabajado mucho en él para quitarle peso y que pueda ser más competitiv­o”, dice. Este barco le ha dado muchas alegrías y, además, le ha acompañado tanto durante Fin de Año como en su cumpleaños, el pasado 22 de diciembre: “Siempre es especial pasar momentos así en el mar. Y si es la Vendée Globe y cumples 40 ¡mucho más!”, constata. Pese a la dificultad y las exigencias de esta regata (está solo durante más de 100 días en un barco de apenas 12 metros cuadrados y debe recorrer 44.996 kilómetros o 24.296 millas náuticas), Costa no esconde que tiene algo que “te llama. Sientes que debes estar allí y competir. Es verdad que pasas mucho tiempo sin ver a nadie y sólo observando olas, pero cuando te cruzas con un barco lo primero que haces es ver cuál es, qué rumbo lleva y después te alegras porque ves que sigue en marcha”.

En los cerca de 70 días que lleva en liza, el navegante desvela que su mayor velocidad ha sido “de 27,2 nudos” y tiene claro qué tipo de comida solicitará cuando vuelva a pisar tierra. Desde que salió de Les Sables-d’Olonne sólo ha comido alimentos de sobres liofilizad­os y le vale “cualquier cosa que sea fresca y consistent­e”.

Dureza “Dependiend­o de la meteorolog­ía, duermo 30 minutos como máximo”

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Dídac Costa, tras doblar el siempre peligroso Cabo de Hornos, que une el Pacífico con el Atlántico.

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