Las zurdas de Brais y de Bryan empatan a talento
El palo le negó el gol a Olaza y Dmitrovic volvió a ser decisivo para su equipo
El primer cuarto de hora fue una avalancha celeste, con el viento de cara en todo momento. Así nació la jugada del primer gol, en una buena combinación de los célticos que tuvo el golpe de fortuna en la bota de Sergio Álvarez. El centrocampista se interpuso para repeler un pase de Mina a Emre Mor dentro del área y ese rechace acabó convirtiéndose en una asistencia a Brais Méndez, quien no perdonó ante Dmitrovic.
El Eibar parecía noqueado con ese golpe de mala suerte, aunque la fortuna va por barrios e instantes después lo comprobaron con un buen ejemplo. Nolito y Olaza se intercambiaron los papeles, con el sanluqueño centrando desde la banda y el uruguayo rematando al primer toque. Sólo el palo evitó el tanto.
Esa señal del destino la entendieron los azulgranas como una segunda oportunidad para puntuar en Balaídos. Se pusieron las pilas y empezaron a ganar terreno en la batalla. Eso sí, la única ocasión clara de la primera parte llegó en un saque de esquina. El enorme despiste local le permitió a Kike García rematar sin oposición en el punto de penalti, pero lo hizo en semifallo y eso le facilitó la labor a Rubén Blanco.
Coudet cambió el equipo al descanso y su movimiento tuvo consecuencias. Si el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, el Celta es el único equipo que tropieza hasta tres veces en esa misma piedra. Por tercer partido consecutivo, los vigueses encajaron un tanto después de un grosero error en la salida de balón. Esta vez fue Okay, recién ingresado en el intermedio, quien se engancha con el balón, propiciando una pérdida que el Eibar castigó. Genial asistencia de Muto e impresionante definición de Bryan Gil.
Con las tablas en el marcador, el miedo a perder se instaló en ambos equipos. El temor a una derrota en un partido clave pesó demasiado y el encuentro se fue embarrando con el paso de los minutos, con una lluvia de faltas y un desfile de tarjetas amarillas. Salpicados por el barro, ambos firmaron la pipa de la paz para sumar y aliviarse.