AS (Galicia)

El efecto Marcelino pasa el examen de Bordalás

Los técnicos de Athletic y Getafe no se soportan

- A. HERRÁN /

El efecto Marcelino, que se desató con fuerza en la Supercopa tras un inicio en falso el Día de Reyes ante el Barça, tiene una prueba de fuego esta noche ante el Getafe, que llega a San Mamés exponiendo su mejoría de las dos últimas jornadas y hasta sueña con Europa de nuevo de la mano de Aleñá y Kubo. Bilbao ha iniciado este 2021 con una montaña rusa de sensacione­s: victoria en un buen encuentro ante el Elche, que no evitó la destitució­n de Garitano; derrota e impotencia ante el Barcelona en el estreno de Marcelino; partido aplazado por la nieve ante el Atleti tras lamentar el “si hay que ir se va, pero ir pa na...”; triunfo inesperado en la Supercopa tras doblegar a Madrid y a los culés en tres días; y, por último, eliminator­ia agónica de Copa ante el Ibiza resuelta en la prórroga.

Este vacío de compromiso­s ha situado al equipo rojiblanco en una zona baja de la tabla, con un colchón poco firme sobre el descenso. Por eso, Marcelino debe centrar al grupo en otro torneo, el liguero, tras el desfile por la Supercopa y la Copa. En este escaso período de tiempo ha ido mostrando parte de su ideario: verticalid­ad, mayor acierto ante la meta de rival y la autoestima precisa para ser campeón. El 4-4-2 es ya una forma de comportami­ento. La única duda es si estará disponible Íñigo Martínez, que arrastra una sobrecarga muscular. La semana se las trae, con la Copa ante la sorpresa del torneo, el Alcoyano, el jueves, por su gesta ante el Madrid. Y el domingo, otro pulso, el tercero del mes, ante el Barcelona, esta vez en el Camp Nou. Para empezar, un Marcelino-Bordalás, dos técnicos poco amigos tras sus desencuent­ros del pasado.

Recuerdo apagar la tele, salir a la calle y fumar y llorar en soledad en un denso silencio

l domingo, cuando Muniain recibió la Supercopa y la alzó al cielo en la soledad del palco, pensé en ese texto del bueno de Casciari y también recordé aquella noche irlandesa. Esta vez yo, por suerte, pude ver el partido con quien más quiero. Pero en estos tiempos que todos tenemos precisamen­te la vida del revés, no podía dejar de pensar en los athleticza­les para los que el toque de queda suponía estar en ese momento lejos de los suyos.

Después, la trompeta de Villalibre tocó una canción maravillos­a, pero confieso que a mis oídos sonó un poco triste. Cuando apagamos la tele, mi hijo me debió de ver compungido, porque me preguntó a ver en qué pensaba. Le dije que en que echaba muchísimo de menos ir juntos a San Mamés. Yo también, Aita —respondió, y me tomó de la mano.

CEuando le acosté le prometí que pronto volveremos al estadio. Fue una de esas promesas que a veces hacemos los padres, sin saber si podremos cumplirlas, pero que aseguran el sueño y los sueños de nuestros hijos. Después recé por que se haga realidad.

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