AS (Galicia)

Orgullo en Sevilla

Séptimo triunfo seguido culé fuera ● Pedri y Araújo, lesionados ● El Sevilla, nulo en ataque

- REPORTAJE GRÁFICO MIGUEL MORENATTI Y TONI RODRÍGUEZ

concentrac­ión o de si a Lopetegui le funcionarí­an los cambios tácticos que exigía el partido.

No se hizo esperar la modificaci­ón del técnico sevillista. Entraron tras el descanso Rekik, Suso y En Nesyri. Más allá del cambio de hombres, el Sevilla aceptaba el envite del Barça y pasaba a jugar también con tres centrales.

Pero el Barça no sólo aguantó el tipo, sino que tuvo ocasiones para ampliar su ventaja: Dest disparó al palo tras una gran jugada colectiva y un minuto después Messi desperdici­aba un balón que le sirvió en bandeja Dembélé tras otra cabalgada sensaciona­l.

Lopetegui necesitaba otra vuelta de tuerca y gastó los dos cambios que le quedaban introducie­ndo a Óliver Torres y Óscar. Koeman sólo movió el banquillo a falta de 25 minutos retirando a Piqué, aún en rodaje, para que reaparecie­ra Ronald Araújo. Cinco minutos después se vio obligado a retirar a Pedri, lesionado, para dar entrada a Ilaix.

En el último tramo del partido, el Sevilla volvió a achuchar al equipo blaugrana, al que le crecieron los enanos cuando Araújo se resintió de su lesión en el tobillo izquierdo. Había durado 16 minutos sobre el campo. El Sevilla apretaba, el Barça, sufría con un equipo ya de circunstan­cias sobre el campo que le dio sus frutos con el segundo gol, tan agónico como era el partido, de Leo Messi tras apoyarse en Ilaix. El partido estaba sentenciad­o. El Barça mantenía su orgullo y dice que no se rinde.

Tampoco se lo terminó de creer el Sevilla en el segundo tiempo, por mucho que los cambios llegaran pronto y que el balón pulurara algo más, no era difícil, por el área del Barcelona. Pero las ocasiones siguieron siendo para los de Koeman y la sentencia siempre se vio más cercana que la posibilida­d del empate. Y así fue. Para ser candidatos hay que ganar las primarias, algo complicado si los complejos atenazan a un equipo que sólo saco su personalid­ad a chispazos cuando jugadores inspirados como Óscar u Óliver sustituyer­on a otros que les quitan el puesto de titulares por galones cada vez menos explicable­s. Tampoco es fácil de explicar por qué Messi no vio la segunda amarilla, pero si para mamar hay que llorar, para quejarse del árbitro hay que haber tenido una mínima opción de ganar.

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