AS (Galicia)

FUENLABRAD­A

- MAITE MARTÍN

Bebé (Agualva-Cacém, Portugal, 1990) es el hombre de la eterna sonrisa. Viéndola, pocos imaginan el calvario que vivió durante un año y empezó con la rotura del cruzado de la rodilla derecha. Le costó recuperar la alegría, el reggaeton y su esencia. También el fútbol. Ahora suma minutos, goles y deseos, como seguir en el Rayo y ascenderlo.

—Hizo en Almería su tercer gol en Liga, ¿asoma el mejor Bebé? —Tuve un tiempo de adaptación tras la lesión, en los primeros partidos la rodilla aún no acompañaba mis movimiento­s. Ahora estoy en un momento de forma similar al de antes de romperme. —¿Cuántas veces pensó que no volvería? —Me operaron en dos ocasiones, me abrieron otras dos para hacer una movilizaci­ón y al quirófano entré un montón de veces para meterme un catéter por la espalda y la pierna. Iba de la habitación a la fisioterap­ia animado, pero al final del día subía llorando, triste, perdí las ganas de oír música, me cerré en mi mundo, me sentía solo… Los doctores me decían: ‘Haremos todo lo que sabemos, pero está complicado’. Fueron meses difíciles. Pensé que no volvería a jugar porque mi rodilla estaba hecha una mierda. —¿Ha llorado mucho?

—De tres semanas que estaba en el hospital, me pasaba dos llorando. Lo hacía todos los días del dolor, de la impotencia, de necesitar ayuda para todo…

No me gusta depender de otros. Además, soy alegre, pero en el hospital pegué un bajón grande. No me cortaba el pelo ni la barba, todo me daba igual. Estaba en la habitación y no quería hablar con nadie. No contaba cómo me sentía y si me preguntaba­n decía que bien. Me encerré y me costó mucho salir. —¿Cuándo llega ese punto de inflexión?

—El doctor y el fisio vieron que me encontraba en una situación complicada y me preguntaro­n si quería hablar con una psicóloga. Tuve dos conversaci­ones con ella y me ayudó un montón. Me dijo las cosas claras, que no podía dejar de ser yo: alegre, con mi música, hablando con todo el mundo… Empecé a hacer todo eso otra vez. Al día siguiente llamé a mi peluquero. Con la ayuda de Alberto y del doctor, el ánimo iba mejorando cada día. Los momentos del hospital fueron los peores de toda mi vida. —Y eso que no ha tenido una vida fácil...

—Con la lesión me planteaba: ¿Y si tengo que dejarlo? Amo el fútbol, tengo 30 años… Me mataba pensar en no poder volver a jugar. No estaba preparado para eso, para dejarlo y así. —No lo contaba, ¿por no preocupar?

—Sólo se lo dije a las personas que estaban en Madrid, pero a mi familia y amigos de Portugal no. Sabía que iban a preocupars­e. Preferí no contar nada, pero pienso que ha sido peor. Aunque ahora lo importante es que todo eso es pasado.

—Su primer gol, a Las Palmas, tuvo una dedicatori­a especial. —El doctor Beceiro, desde que llegué, ha sido muy importante. Es mi segundo padre. Vino todos los días a verme al hospital. ¡Cómo insistía para que no tirase la toalla! Fue de los pocos que me decían que volvería. Y a Alberto le considero un hermano mayor. Ha estado siempre a mi lado. Nosotros sabemos lo que pasamos, lo que lloramos juntos, los dolores que sufrimos… Fuimos un apoyo el uno para el otro y no se me olvida un detalle del hospital. Yo estaba fatal, con dolor y fiebre, y apareciero­n sus hijos pequeñitos con una tarta que habían hecho para mí. —¿Cómo está viendo al Rayo? —Tenemos un equipo que debía estar primero o segundo. Hay un grupo muy top. Sabemos cuál es el objetivo y no estamos lejos. Sé que llegaremos donde queremos, que es subir. Confío en este bloque. Hay que intentar quedar lo más arriba posible y esperar rival en el playoff. Tengo la certeza de que ningún equipo querrá jugar contra el Rayo. Ellos saben que somos fuertes. —Iraola le anima a disparar... —Si no chutas, no marcas. Hay que intentarlo. Soy atrevido, me gusta arriesgar y remato sin problemas. El míster me da confianza y me dice que tire las veces que sea sin miedo. Antes no lo hacía tanto como ahora. —Usted termina contrato, ¿cómo está el tema?

—Bien. Hablé con quien tenía que hablar del club, ellos conmigo y mi representa­nte. Ahora es cuestión de llegar a un acuerdo. Estoy abierto a escuchar al Rayo porque me quiero quedar. Me siento bien aquí, a gusto, feliz. Pero no depende sólo de mí…

Futuro “Estoy feliz y me quiero quedar, pero no depende sólo de mí”

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Javier Espinosa.

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