AS (Galicia)

Dispara al aire

Rodrygo brilla como segundo punta ● Vinicius volvió a ser la bandera del equipo ● El gol se le niega a Benzema

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frontal con un tiro que pareció al alcance de Trubin.

El partido era y siguió siendo del Madrid ante un adversario inexistent­e en los dos lados del campo: invisible en ataque, transparen­te en defensa. Y a esa extrema debilidad ucraniana se sumaba la enorme precisión del Madrid. El segundo gol fue buen ejemplo de fútbol relámpago. Valverde, Benzema, Rodrygo y Vinicius desmontaro­n a un toque la defensa del Shakhtar. El último puso el broche. Cuatro goles en cinco partidos al equipo ucraniano, con el que la tiene tomada. Ese es el gran cambio de Vinicius: ha pasado de amenizar los partidos a decidirlos.

A partir de ahí el Madrid se volvió torrencial. Al propio Vinicius, Benzema y Valverde se les fueron ocasiones clarísimas, hasta que de tanto gustarse el equipo acabó descuidánd­ose. Zubkov recortó distancias con una acrobacia imperfecta: acabó voleando de espinilla ante una defensa de brazos caídos. El resultado, por ajustado tras un festival blanco (17 disparos en el primer tiempo), era tan inexplicab­le como la dejadez del Madrid en la jugada.

En la segunda parte menguaron los blancos y asomó Mudryk, un exterior muy por encima de la media de su equipo. Ni lo uno ni lo otro sirvieron para equilibrar un partido en el que todo pasaba por un jugador: Vinicius. El brasileño desbordaba una y otra vez a una defensa permisiva a la espera de que alguien desenfunda­se. Ese alguien debía ser Benzema, pero algo le separa del gol este año: un primer control impreciso, un remate demasiado centrado, un portero listo, una décima de segundo de retraso. Todo se le queda en un casi aunque, remate aparte, anduvo impecable. Tiene malacostum­brado al personal.

En cierto modo, Rodrgyo es su contrapunt­o. Aparece menos, participa menos, pero va al grano en cuando huele el área. Cada intervenci­ón suya acabó en remate. Quizá por directo y sencillo pasa más inadvertid­o que Vinicius, pero está cargado de dinamita. Una lástima que se fuera tocado.

Ancelotti quitó entonces a Tchouameni, el antidistur­bios, para meter a Camavinga, que como pivote juega al filo de lo imposible. Y el Shakhtar quiso aprovechar esa rendija. El runrún, para entonces, había invadido el Bernabéu, que empezaba a creerse más al marcador que al equipo. Se quedó en eso porque el Shakhtar anda justo de artillería. No todos los que pasen por el Bernabéu llegarán tan desarmados y entonces al Madrid se le exigirá otra puntería.

REPORTAJE GRÁFICO

JAVIER GANDUL Y JESÚS A. ORIHUELA

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