AS (Galicia)

Hazard ya no vive aquí

- JAVIER AZNAR

Esta mañana he ido a desayunar y me he encontrado la cara de Hazard impresa en un cartón de leche: “¿Alguien ha visto a este futbolista?”. Nadie sabe nada de él desde el 11 de septiembre, la última vez que se le vio paseando por los campos de la Liga. Iba de blanco. Responde al nombre de Eden, es de nacionalid­ad belga y en una ocasión estuvo a punto de ganar un Balón de Oro, que es bastante más de lo que algunos soñarían en mil vidas.

Lo peor es que a nadie parece ya importarle demasiado su paradero. Hace tiempo que se arrojó la toalla con él. A día de hoy, cuando Ancelotti mira al banquillo en busca de alguna solución desesperad­a para su ataque, confiaría antes en Chendo que en Hazard como revulsivo. Es duro, pero es la realidad. Si a uno le habían robado el mes de abril, a mí me han robado los mejores años de la carrera de Eden Hazard. Y lo peor es que no tengo a quién hacer la reclamació­n: ¿a Meunier?, ¿al propio Hazard?, ¿a los fabricante­s de galletas?, ¿a los servicios médicos del Madrid?, ¿al calendario del fútbol actual?, ¿a la selección belga por forzarle?, ¿al FIFA por crearme falsas expectativ­as?, ¿al Chelsea? Más sospechoso­s que en el Orient-Express de Agatha

Christie.

Ancelotti confiaría en Chendo antes que en él como revulsivo. Es duro, pero es la realidad

Lo que es una evidencia es que la plantilla del Madrid se está quedando muy corta este año para poder competir en tres competicio­nes tan exigentes, agravado todo por un Mundial encajado con calzador, por un Mundialito de Clubes y por una Supercopa en Arabia. Con un Benzema que anda alicaído tras varias temporadas sobrenatur­ales, ahora todo el peso ofensivo del equipo recae sobre los hombros de un Vinicius demasiado abandonado a su suerte, que lo juega todo, y al que solo falta que los rivales le empiecen a atizar desde el túnel de vestuarios con el listín telefónico para no dejarle marcas.

Por eso la mera participac­ión de Hazard se antojaba especialme­nte importante esta temporada, habida cuenta de la no llegada de Mbappé, de lo apretado del calendario y de ser el belga uno de los jugadores mejor pagados del mundo. Pero últimament­e es demasiado habitual esto en el Real Madrid: tener a una estrella en el ostracismo, como fondo de armario. Ya sea James, Bale, Isco o Hazard.

Dice el escritor W. David Marx en su libro Estatus y Cultura que hay quienes solo buscan comprar bolsos de Hermès que parezcan muy desgastado­s como una muestra de estatus: buscan decir así que no les importa demasiado la marca. “Es solo un bolso. Qué importa si se ve gastado”. El Madrid parece hacer esto mismo cada año con alguna superestre­lla de su plantilla. Se les aparta, mandando un mensaje al resto del mundo: “Somos el Real Madrid. Aquí nadie es tan importante”.

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