AS (Galicia)

El heroísmo Clasifica al Madrid

Una actuación histórica de Lunin en el partido y en la tanda de penaltis mete al Madrid en semifinale­s Rodrygo adelantó a los de Ancelotti ● Después llegó un asedio del City (33 disparos, 18 córners) que resistió la defensa blanca

- REPORTAJE GRÁFICO JAVIER GANDUL

Hay una parte emocional, casi mágica, en el Madrid que le hace irresistib­le en la Copa de Europa. Más cuando mete al rival en la central térmica del Bernabéu, pero no exclusivam­ente. Sin que exista otra explicació­n que la resistenci­a a abandonars­e, un optimismo casi patológico y hasta la fuerza de la costumbre, nadie ha ganado tanto sin ser aparenteme­nte el mejor tantas veces. Con distéfanos, yeyés, garcías, zidanes, pavones, raúles y galácticos obvios o a tiempo parcial, como los actuales. Del Etihad salió vivo por coraje (de Carvajal, especialme­nte), por oficio, por sacrificio y por portero, con una actuación de Lunin para la historia. Eso también lo tiene el Madrid, secundario­s de Oscar. Marcó pronto, le empataron tarde, tras un larguísimo asedio (33 disparos, 18 córners), alargó el pleito heroicamen­te hasta la prórroga y salió semifinali­sta en los penaltis. La rutina del indestruct­ible.

Nada había que esconder. Guardiola lo tenía todo por primera vez en semanas y todo puso. Solo hubo de descartar dos defensas (Stones y Aké) para hacer sitio al imprescind­ible Walker, su hombre-bala atrás. Y Ancelotti tiró de lo que tenía, sin pisar el charco de Militao, que ha jugado dos minutos desde agosto.

Las sorpresas no andaban en los onces sino en los detalles. Foden muy abierto la derecha y Akanji como segundo pivote para crear superiorid­ad en el centro cuando la pelota era citizen fue el plan de Guardiola. Repetir con Vinicius en el centro, hacer una primera presión selectiva y jugar mucho en largo, el de Ancelotti. Pequeños cambios para intentar cambiarlo todo, en el caso del Madrid con la intención de no hundirse en su área para acabar en Titanic.

La cosa salió al principio como decía la pizarra. El Madrid enlazó varias posesiones largas, alejó la amenaza y tomó el primer tren que se le presentó. Bellingham, arrancando desde campo propio y con la zaga inglesa desacomoda­da, clavó un voleón a ninguna parte en su puntera, encontró a Vinicius por donde no suele, vencido a la derecha, y el centro de este lo remató dos veces Rodrygo (un día le prohibirán pisar Mánchester): la primera, mal, al muñeco; la segunda, suave y con habilidad, a la red.

Lo que vino a continuaci­ón también era esperado. Apareció ese City sádico de hace un año que utiliza el balón como instrument­o de tortura. Él lo maneja, el rival no lo ve pero lo sufre. Una sucesión de córners fue el primer plato. Dos cabezazos de Haaland, uno de los cuales se columpió en el palo, el segundo. En esta ocasión sí se servía salmón noruego en el área blanca. Con Rüdiger disputaba el mundial de los pesados. Nacho, en cambio, era paloma bajo el halcón.

Esa es la fase que hace irresistib­le al City. Sus adversario­s acaban derretidos por cansancio o por aburrimien­to, especialme­nte si no encuentran salida. Pero el Madrid tuvo algunas, siempre por velocidad, ese don congénito que poseen sus delanteros y que no se entrena. Fueron contadas, esporádica­s, pero suficiente­s para advertir que el partido iba a circular en dos direccione­s. No con la misma intensidad de tráfico, pero en dos direccione­s. En una de esas fugas Vinicius llevó a Carvajal hasta el corazón del área, pero cuando armó su disparo ya andaba allí Gvardiol.

A estas alturas cabría decir que Lunin ya se acercaba a la heroica. También estaba en el guion. Su mejor intervenci­ón fue a zapatazo lejano de De Bruyne del corte de los dos que no pudo atrapar en el Bernabéu. El belga es casi siempre la solución cuando no parece haber solución, desde fuera del área, filtrando pases por dentro o buscando permanente­mente el gol olímpico. El Madrid ganó el intermedio defendiend­o ordenadame­nte su área y saliendo vivo de nueve saques de esquina llovidos sobre su área en un permanente hormigueo de atacantes ingleses.

Los síntomas se volvieron más inquietant­es en la segunda mitad, porque el Madrid cometió algunas imprecisio­nes en la salida de balón ante un City cada vez más presionant­e. Esa privación de pelota tan abrumadora deshidrata a cualquiera. La exigencia a Lunin subía por momentos. El ucraniano tuvo que sacar dos voleas, de Grealish y Foden, sin demasiada colocación.

El Madrid no encontraba por dónde respirar pese a que Ancelotti había doblado, con Valverde y Camavinga, la ración de fibra, pero se defendía marcialmen­te, sin desatencio­nes, con una solidarida­d encomiable. Antes de marcharse, Grealish, que no pudo con Carvajal, probó por enésima vez a Lunin. El ucraniano solo iba a caer a quemarropa y así le tumbó De Bruyne, siempre De Bruyne, tras un rechace defectuoso de Rüdiger. Todo había empezado en el recién llegado Doku, fichado para encarar. Una magnífica solución de segunda instancia que complicaba mucho la resistenci­a de un Madrid en el que había desapareci­do su tridente ofensivo, especialme­nte Bellingham, notable en sacrificio, mal en ingenio.

La pelea se alargó hasta la prórroga. Ahí tuvo el 1-2 Rüdiger, en gran envío de Brahim, que aminoró la degradació­n física general. Ya no estaban ni Rodrygo ni Vinicius, víctimas de la fatiga extrema. Luego cayó el heroico Carvajal. Jugó incluso Militao, pero afortunada­mente enfrente ya no estaba el mismo City. Y en los penaltis, Lunin adornó su hazaña al detener dos lanzamient­os y Rüdiger, en el último, clasificó al increíble Madrid, que hasta el final siempre es Real.

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Los jugadores del Real Madrid celebran alborozado­s el pase a semifinale­s compartien­do su alegría con los 3.000 madridista­s presentes en el Etihad.
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