AS (Las Palmas)

“Cuando el Barça gana la Champions, me alegro”

Raúl ocupa la portada de ‘Vanity Fair’ junto a su mujer Mamen Sanz. “Y ahora, ¿qué?”, titula la revista para ilustrar una conversaci­ón en la que el madrileño habla del futuro, repasa episodios de su carrera y analiza la actualidad futbolísti­ca: Mou, Guard

- VANITY FAIR

➥Hay muchos rumores que le sitúan ya como entrenador. —Me lo dicen, me quieren empujar. Necesito mi tiempo. Mi vida ha sido tan clara... Ahora tengo que pensar, ver si echo de menos competir. Tengo un proyecto de formación, aprender lo que rodea al fútbol: dirección deportiva, negocio. Es un periodo de hacer cosas sin ninguna presión para decidir qué me gusta y en unos años regresar a Madrid. —¿Cómo se conocieron Raúl y Mamen? —(Habla Mamen) Nos conocimos a través de un amigo común, que me presentó a Guti y a Álvaro también. La verdad es que me costó decidirme a salir con él. No me ofrecía mucha confianza el mundo de los futbolista­s. Traté de apartarme una y otra vez, pero el destino no me dejó. —¿Se consideran una familia deportista? —(Habla Mamen) Lo que nos define a todos es el deporte. La pequeña es una atleta, ha heredado los genes de Raúl. Juega al tenis y al fútbol. El mayor cumple 16 y aún no nos ha pedido salir con amigos. Mientras piense en el deporte no lo hace en otras cosas. —¿Le gustaría que sus hijos fueran futbolista­s como su padre? —(Habla Mamen) Su padre ha puesto el listón tan alto que no lo tienen fácil. Les explico que es el sueño de millones de niños, que es una cuestión de probabilid­ad que lo consigan y que es una posibilida­d lejana. Lo importante es que se centren en los estudios. La educación es lo que no te pueden quitar nunca. —A los futbolista­s se les mira con lupa todo, lo que pasa en el campo y fuera, y con usted no fue menos. —Con 19 o 20 años tuve que dar una rueda de prensa porque decían que salía por la noche, que bebía. Tuve que sentarme ahí para decir que quería seguir siendo futbolista. Piensan que los futbolista­s debemos estar siempre en casa o en el gimnasio, pero ¡tenemos vida! Cuando pierdes tres o cuatro partidos estalla la crisis. Cristiano marca 50 goles y en cuanto no marca dos, ya empiezan con que qué le pasa. —¿Qué le parecen los últimos escándalos de Messi o Benzema? —Se nos exige demasiado. De niño me fijaba en la gente que hacía las cosas bien, en Butragueño. Te podía gustar o no como jugador, pero las madres lo querían para novio de sus hijas. Los niños están ahí obser vando todo, repiten y

Cristiano es una bestia física y buena gente. Nuestra relación es estupenda” La rivalidad ayuda a Madrid y Barça. Se necesitan. Uno no sería sin el otro y

viceversa

Retirarme en el Madrid era mi sueño, pero Mamen y yo decidimos que

lo mejor era irse”

Con Guardiola hubo química; es uno de los mejores entrenador­es de la historia”

hacen los gestos de los jugadores... Pero también a veces nosotros somos niños, hay niños de 20 años, de 25, no te dan un curso para enseñarte a tener mucho dinero, a poder comprarte lo que te da la gana, a que todo el mundo te alabe. —¿El presidente del club es el primero que debe dar ejemplo con su comportami­ento? —Sí. El club debe dar ejemplo y transmitir­le su espíritu a los jugadores. El Madrid es un club muy grande, con unos valores, y sus jugadores y trabajador­es deben estar en esa línea. Y el que no esté, no tiene cabida. Pero hay que marcar esas líneas muy bien. —¿Nunca se le subió a la cabeza todo el dinero que ha ganado? —Yo tenía a mis padres. Y mi forma de ser. Soy un poco raro... No me gustan los coches ni los relojes, me gusta la vida, los pequeños detalles, dar un paseo, el contacto con la naturaleza, ir al cine, ver deporte, estar con los amigos y tomar una cerveza... —¿Quién fue su primer ídolo? —Futbolísti­co, Maradona. —No llegó a trabajar con Mourinho, ¿qué opinión tiene del portugués? —Casi todos los jugadores hablan bien de él. Hizo un trabajo extraordin­ario en el Real Madrid. —¿Y de Cristiano? —Una bestia física y buena gente. Tengo una estupenda relación con él. —Raúl se fue al Schalke en 2010 y estuvo dos años. Después pasó otros dos años en Qatar, con el Al-Sadd. Y por último, se mudó al New York Cosmos, un equipo pequeño que ni siquiera tiene estadio y juega en una universida­d. ¿Por qué no se retiró en el Madrid? —Ese era mi sueño. Pero mis hijos iban teniendo una edad, el mayor notaba la presión: que si tu padre se tiene que retirar... Mamen y yo decidimos en 2010 que lo mejor era irse. Dejé el Real Madrid y a las tres horas aterricé en Alemania. Fue emotivo y a la vez liberador. Me renové en un día. Pensábamos que los niños no se iban a adaptar, y el primer día volvieron del colegio felices, les gustó porque nadie los conocía. Y después en Qatar han jugado con niños árabes, aquí hablan inglés. No me arrepiento, el bagaje que tienen hoy no lo aprenden ni en los libros, ni en la mejor universida­d. Saben idiomas, son tolerantes y aceptan todo. —¿Cómo fueron sus últimos años en el Madrid? —He sido muy feliz allí, mis mejores años. Pero hubo un momento en que no disfrutaba. Cuando eres el capitán, llevas mucho tiempo y hay cambios de presidente­s... Perdía energía en otras cosas y no estaba fresco en el terreno de juego. Además, a veces tu cabeza quiere, pero el cuerpo no te da... Jugaba con dolor. Llega un momento en que siempre te duele algo, te levantas por la mañana y piensas: ‘Ay, ¿cómo voy a ser capaz de jugar?’. —Usted es muy amigo de Guardiola y en el campo se enfrentaba­n en los MadridBarç­a. —Nos gustaba mucho el fútbol, la rivalidad era muy bonita, igual que luego la he tenido con Puyol o con Xavi. Pep y yo coincidimo­s en la Selección. Siempre hubo química. Es uno de los mejores entrenador­es de la historia. —¿Cómo es la rivalidad con el Barcelona? ¿Puede pasear por allí sin problemas? —He paseado mil veces por Barcelona con Mamen y la gente nos trataba maravillos­amente. La rivalidad ayuda a los dos clubes: el Barça no sería sin el Madrid y viceversa. Se necesitan mutuamente. Cuando ellos ganan Copas de Europa me alegro, al final es un equipo español y no he tenido ninguna duda de proclamarl­o públicamen­te. ¿Por qué voy a desear el mal a alguien? No entra dentro de mi forma de ser.

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