AS (Las Palmas)

Adán frena el efecto Zidane

Salida en falso del Madrid y golazo de Cejudo ● Partidazo de Modric y Benzema ● Munuera se tragó tres penaltis y el fuera de juego previo al 1-1

- LUIS NIETO

El efecto Adán anuló el efecto Zidane, en partido tantas veces repetido esta temporada. El Madrid se quedó en los tacos de salida y después se zambulló en un bombardeo con poco premio. No aprovechó la bola de break que le cedió el Atlético y pierde el rastro del Barça. Pero dejó mejor sensación su paciencia para manejar la desventaja en el marcador y también más vigor físico para llamar a la puerta de Betis hasta el final.

Fuera de su zona de confort, el Bernabéu, Zidane comenzó a conocer la otra cara de la Liga. A falta de fichajes (que llegarán), Merino ha convencido al vestuario del Betis de que la fiereza les remolcará. Y es que la hambruna de siete partidos sin marcar y diez sin ganar despertó al equipo, que se descaró ante el Madrid con una presión altísima, dura y antipática. Aquella orden de combate aturdió al Madrid. Fue un regreso a la ducha escocesa de la era Benítez, con saltos de frío a calor que acabaron mal.

Aquel desarreglo inicial del Madrid se lo hizo pagar Cejudo, con uno de los goles de la Liga. Fabián, fuera del área, le dejó el balón con el pecho al interior cordobés y este despachó una volea misil incontesta­ble. Ese cambio climático no lo había experiment­ado Zidane. Aún le duró aquel vigor atosigante al Betis diez minutos más y a partir de ahí el Madrid comenzó a levantarse pesadament­e, dejando en evidencia que tiene un pasado y que sigue dejando huella. James, al que con Benítez le llegó primero la suplencia y luego los deméritos, volvió al equipo, en un intento de reinserció­n que no fue del todo bien. Aquel jugador enérgico y de buen pie que acabó en la gala del Balón de Oro está por volver. Cristiano sigue sosteniend­o una relación discontinu­a con el gol. La puntería le va y le viene. Y la fiabilidad también. Y Danilo resulta una cabezonada condenable. Aun con todo, el Madrid no se escabulló del partido y fue reconstruy­endo su coreografí­a del toque y la posesión, en un proceso lento. Primero le quitó la pelota al Betis, luego le confortaro­n buenas combinacio­nes en el centro del campo y finalmente se encontró con las ocasiones. Pepe y Cristiano se dejaron ir dos claras. Como Martínez Munuera, que se tragó un penalti difícil de ver por agarrón de Molinero a Cristiano y otro de gran tamaño por pisotón destemplad­o de Petros a Benzema. Lo compensó negándole otro similar a Ceballos. Benzema, en cualquier caso, estuvo en casi todas las acciones provechosa­s del equipo.

En la segunda mitad, la industria pesada del Betis ya no resultó efectiva. Modric, jugador de culto en este Madrid, se hizo cargo del partido con lo mejor de su repertorio: recuperaci­ón, pase y hasta algún recurso telegénico. El Betis quedó convertido en caja fuerte, Joaquín incluido, sometido a las embestidas del Madrid. Para entonces había perdido, por problemas físicos, a Fabián y Kadir, sus dos futbolista­s con más criterio. Benzema no acertó dos veces ante Adán, James no le dio colocación a su volea, Carvajal (que mereció un comité de bienvenida) cruzó en exceso... Hasta que empató Benzema, en combinació­n precisa con un arranque ilegal: fuera de juego de James, autor de la asistencia. Que el Betis acabase salvando un punto resultó un suceso paranormal, porque el Madrid percutió hasta de rabona (Benzema) sobre Adán, superhéroe de la noche. No ganar partidos así resulta un accidente. Pero llegar a ellos con tantos números rojos los eleva a drama.

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