AS (Las Palmas)

Ventilador en marcha y la soledad de James e Isco, los nuevos Özil y Di María

- ELÍAS ISRAEL @elias_israel

Los sospechoso­s habituales. La historia se repite de manera fidedigna. Balones de Oro en potencia cuando llegan, mediapunta­s exuberante­s, técnicamen­te superdotad­os. Da igual que se llamen Özil, Di María, antes o ahora James o Isco. Otro proyecto en el limbo y hay que ponerle cara y ojos a la crisis, pero sin gafas, que es donde realmente está el problema del Real Madrid. Jugadores pitados con razón por mal rendimient­o, pero señalados sin ella, con filtracion­es interesada­s de su vida disipada o acusacione­s de peseteros. El bucle que no cesa.

Entre la undécima y la nada. Esperando a que suene la flauta, con la música de la Champions, el madridismo ha perdido la sonrisa, porque equipos con problemas siderales en los despachos son capaces de ser mejores o competir mejor, por tener proyectos deportivos fuertes, agarrados a una idea (Barcelona), a un entrenador (Atlético) o suplir limitacion­es presupuest­arias con un proyecto alrededor del fútbol (Villarreal). Florentino, que no aprende ni de su historia, ha convertido al Madrid, en lo deportivo, en un experiment­o de prueba y error, con resultados impropios del mejor club de la historia. De Ancelotti a Benítez, de Benítez a Zidane, de Zidane a… El bucle que no cesa.

El director deportivo más necesario. Más allá de las planificac­iones deportivas o del equilibrio de las plantillas, está el factor humano. La figura del director deportivo tiene que ver con fichajes y salidas, pero también con anticipars­e a los conflictos, saber cuándo un jugador está preocupado porque tiene problemas con su pareja o porque su niño está malo. También para exigir unidad después de una derrota dolorosa, para que Cristiano no se equivoque de lado a lado con sus declaracio­nes; no bajar nunca los brazos ni aunque la Liga esté perdida. En este Madrid hay poco de familia y demasiado susurro presidenci­al para reescribir la historia. El bucle que no cesa.

Meter la pierna o meter la pata. Zidane, ya metido a entrenador, exige a sus jugadores actitud y que metan la pierna. Para eso, también hay que tener los futbolista­s adecuados. Superpobla­r el centro del campo de mediapunta­s reconverti­dos es lo que tiene. Siempre será más fácil decirle a los futbolista­s que metan la pierna a decirle a tu presidente que deje de meter la pata. Al menos, con las giras, los ser vicios médicos y los fisioterap­eutas, donde los futbolista­s, muchas veces, encuentran en sus camillas un diván. Un cúmulo de lesiones, desproporc­ionado. El bucle que no cesa.

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