Aketxe golpea primero y desata la euforia en Cádiz
El Tenerife, irreconocible, apenas inquietó a Cifuentes
Aketxe golpeó primero y acerca al Cádiz a la final por el ascenso a Primera División. El talentoso mediapunta amarillo se sacó un zurdazo de la chistera que desató la euforia en el Carranza y deja al Tenerife contra la pared pero con el consuelo de que llegará vivo al partido de vuelta.
Quiso y fue más el Cádiz. De principio a fin. De salida todos los ataques amarillos buscaron el desborde y la velocidad por la izquierda de Álvaro García, el hombre del partido. También se encontró el Cádiz a balón parado. Se maneja con mucha soltura en la estrategia el equipo andaluz. Aridane metió el miedo en el cuerpo al Tenerife con un cabezazo que se marchó alto (11’) y tres minutos después remató a la red, pero Arcediano Monescillo pitó falta previa de Sankaré.
El Tenerife no fue capaz de hacerse con el balón y apenas se asomó por el área de Cifuentes en la primera parte. Como mal menor se aferró al 0-0 hasta el punto de que su portero vio tarjeta por perder tiempo en el minuto 38.
El descanso sirvió para que el Cádiz se decidiese a acentuar aún más su dominio. El equipo de Álvaro Cervera aumentó la intensidad y su voracidad sin balón e inclinó el partido del todo hacia la portería visitante. Álvaro García dio el primer aviso nada más volver del vestuario (46’), un disparo de Salvi se estrelló en el poste después de varios rebotes (59’) y Aketxe cazó un buen gol desde más de 25 metros. El merecido premio para el Cádiz fue posible por un error incomprensible de Dani Hernández, que dejó pasar el balón para terminar recogiéndolo de su portería.
Sin reacción. Los visitantes no despertaron ni con el 1-0. El Tenerife, irreconocible, no dio el primer susto a Cifuentes hasta el minuto 86 por medio del Choco Lozano. Pero su disparo se marchó fuera. El resultado es bueno para el Cádiz y no tanto para los de Martí, que bien pudieron volverse a casa con la eliminatoria sentenciada. El domingo, segundo asalto.
Pudo ser peor A los visitantes les queda el consuelo de seguir vivos