AS (Las Palmas)

Del superhombr­e a los populares

- JESÚS MÍNGUEZ

El triatlón no tiene el peso de la tradición. De los deportes emergentes es ya el más practicado. Sus licencias en España crecen a un ritmo del 15% anual y es un deporte global. Sus Series Mundiales hacen parada en Asia, Oceanía, Norteaméri­ca y Europa. ¿Por qué se ha extendido así? Lo que comenzó como un deporte para superhombr­es, pues tiene origen en un pique entre

marines en Hawai en 1978, se ha ido adaptando para hacerse accesible a todo el mundo. Con la distancia supersprin­t (250 metros de natación, 10 km en biciciclet­a y 2,5 corriendo), casi cualquiera puede iniciarse. Y luego, como nos contó ayer José

Hidalgo, presidente de la FETRI, ir marcándose retos. Incluso ha adaptado formatos eliminando la natación (duatlón) o el tramo ciclista (acuatlón). Ha pasado de una élite a lo popular.

En España, Iván Raña primero y Javi Gómez Noya, Mario Mola, Fernando Alarza,

Rubén Ruzafa o Emilio Martín después han ido haciendo florecer con su espejo una cantera que parece que dará más alegrías. Son el escaparate de una Federación que no quiere contaminac­iones. Para obtener la licencia, el deportista, que muchas veces llega desde el atletismo o el ciclismo, debe asumir que su nombre se hará público si da positivo por dopaje. Una medida pionera, se podría decir que única, cuando todos sus colegas se amparan en la protección de datos. “Si lo haces, lo sabrá todo el mundo”, es el mensaje. Tampoco cabe la discrimina­ción: igualdad de distancias e igualdad de premios entre hombres y mujeres. Y denuncia si no hay equidad. El triatlón parece tener las ideas claras. Y lleva el paso firme.

“DEBE ASUMIR QUE SU NOMBRE SE HARÁ PÚBLICO SI DA POSITIVO POR DOPAJE...”

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