AS (Las Palmas)

Luis Gómez “El Adarve está en la trastienda del fútbol”

- MARCO RUIZ

Luis Gómez lleva más de 30 años ejerciendo la profesión de periodista en El País. Motivo de orgullo, sin duda, como lo es que su modesto Adarve, del que es presidente, se haya convertido, tras el ascenso a Segunda B, en el cuarto equipo de la capital tras Madrid, Atlético y Rayo.

Le cuento: en la redacción de AS había gente haciendo piña en las teles viendo los últimos minutos del partido del ascenso ante el Malagueño. —(Risas). Y en la de El País ocurrió algo parecido.

—¿Cómo lo vivió usted en Málaga?

—Lo vi... Por decirlo de alguna manera. Cuando metieron el primer gol, crucé la calle, me fui al Corte Inglés y desaparecí. —¡No me diga!

—Cuando volví, que ya sabía que iban 4-1 porque acababa de mirar el whatssap, oía celebració­n y tal, y pensaba que ellos estaban dando por hecho el ascenso. Pero vi que salió el tío con la tabla del descuento, que ponía siete minutos... —¡Y pensó en volverse al Corte Inglés!

—No, no… Yo volví allí mentalizad­o a que estaba eliminado, e iba preparado para el funeral. Pero también debo decirle que tenía esa íntima seguridad de que íbamos a marcar. —¿Sí?

—Es que nos ha pasado mucho, como al Madrid. Tenemos esa capacidad y hemos resuelto bastantes partidos así. Incluso en la ida ante el Atlético Malagueño marcamos el 1-0 en el 87’ y el

2-0 en el 93’. Y al final, llegó el éxtasis. —¿Qué significad­o tiene el Adarve para el fútbol madrileño? —Es el ascenso de un club típico de Madrid, de lo que en realidad es Madrid capital, que tiene un problema. —¿Cuál?

—Que tiene dos grandísimo­s equipos, Real Madrid y Atlético, que incluso han jugado juntos finales de la Champions, y ese escaparate que puede hacer pensar que es la gran ciudad del fútbol mundial no se correspond­e con la realidad. —¿A qué se refiere? —A que ese brillo oculta todo lo demás, todo lo que hay en la trastienda. Y el Adarve está en esa trastienda. El fútbol de Madrid capital es bastante pobre y desvalido. Nosotros vamos a ser el primer equipo de Madrid ciudad en Segunda B descontand­o al Castilla y al Atleti, que son otra cosa. Y en Tercera sólo había tres equipos, el Santa Ana, el Villaverde y nosotros. Entonces, ese es el tercer mundo futbolísti­co al que pertenecem­os. Representa­mos eso, lo oculto de Madrid, lo que no se conoce. —¿Y cuál es esa realidad que no se conoce? —Hasta el año 2009 la situación era más precaria aún. Si se acuerda, ese fue el año del famoso ‘Plan E’ de Zapatero. En Madrid se aprovechó para hacer veintitant­os campos de césped artificial. Pero hasta ese año, que no fue hace tanto, los equipos de Madrid capital jugábamos en tierra, y para jugar en hierba había que salir de la ciudad. En Madrid, era todo polvo y barro. —Eso cambia mucho la cosa…

—Para mí hubo una experienci­a muy frustrante, que fue el Madrid Olímpico. Yo veía banderas de la candidatur­a en la calle Serrano, en la calle Velázquez, pero no había ni una puñetera puesta en ninguna instalació­n municipal, que era donde estaban los niños haciendo deporte. Y yo las pedí, y no conseguí que las pusieran. Las banderas no pasaron de la calle Serrano. Esa era la realidad de la gestión deportiva de la ciudad, que ha sido desastrosa durante décadas. —Volviendo al Adarve, hablan muy bien de su cantera.

—Siempre hemos sido un club de fútbol base. Hay una cultura de competir hasta el final. Esa es la esencia del Adarve desde su nacimiento. Luego han venido cosas nuevas como este equipo Senior que llevaba en Tercera seis años nada más. —¿Cuántos equipos tienen?

—Creo que son 37. Hay cuatro femeninos, hay un acuerdo con la Asociación de Daño Cerebral y damos nombre a dos equipos de discapacit­ados… Luego hay cuatro juveniles, cuatro cadetes, cuatro infantiles… En total son unos 650 jugadores. —¿Y cómo se sostiene todo ese entramado?

—Bueno, fundamenta­lmente con la aportación de las cuotas de los padres, con la cesión de las instalacio­nes que tenemos… Y luego, gestionand­o algún tipo de ingreso añadido. —¿Van mucho a pescar los grandes clubes a su cantera?

—Y no puedes retener a los jugadores. Este año, nuestro Juvenil de División de Honor ha luchado por ser tercero y jugar la Copa del Rey, algo inédito. Pues a mitad de temporada, a uno de nuestros mejores jugadores, Guille, se lo llevó el Celta. —¿Y eso no deja dinero?

—Bueno, es que se lo querían llevar por el morro. Los grandes clubes utilizan a los padres como chantaje. Te los mandan por delante. “Hombre, cómo vamos a cortar la progresión del

La realidad

“Después de Madrid, Atlético y Rayo está el tercer mundo”

La clave

“Los futbolista­s son auténticos aquí, no se juega por dinero”

Segunda B

“Iremos como somos, modestos y sin deber un duro”

chaval. Es que hablamos del Celta”. Y nosotros hablamos con el Celta: “Oye, te lo quieres llevar a mitad de temporada, y estamos compitiend­o. Al menos, compensa algo…”. —¿Y dejaron algo en caja?

—Pues hicimos un estudio. Lo que dejaron, comparando los dos presupuest­os, era para ellos como si nosotros hubiéramos fichado a un jugador de otro club y no quisiéramo­s pagar cinco euros. —Entiendo…

—Tenemos un infantil que se lo acaba de llevar el Depor. Cada año el Madrid y el Atlético vienen a por uno o dos. —¿Y ellos cómo se portan?

—Mmmm… Con el Madrid tenemos un convenio, nos da balones. —¿Balones?

—El trato es que te dan 25 balones por un alevín, por ejemplo. ¡Pero al menos te los dan! Porque se los podrían llevar por el morro. Y mandándote por delante a los padres a presionar... —¿Y cómo sobreviven?

—Pues cuando aparece un gran jugador nos quedamos sin él. Otra cosa es cómo vuelve al cabo de los años. —¿Pero vuelven?

—Algunos sí, porque los grandes cogen y descartan continuame­nte. Entonces, la historia que no se escribe es la de cómo dejan a los que descartan. —¿Cómo los dejan?

—Tocados o hundidos. En cinco años cumplen un circuito. Van al Madrid, de ahí al Rayo… Y a los cuatro o cinco años vuelven a casa. Mentalment­e es difícil para ellos, porque a una edad muy temprana piensan que han fracasado, tanto el chaval como su entorno. Y ocurre otra cosa. Hemos detectado que cuando se los llevan son los mejores del equipo, y que cuando vuelven, los de su quinta que están con nosotros son mejores que ellos. Ese circuito los empeora. —¿Cómo terminó usted de presidente del Adarve?

—Pues lo que suele pasar. Llevé a mi hijo, me pidieron que echara una mano, luego eché las dos, luego un pie… A mí me gusta participar de la gestión de un club por vivir la experienci­a desde el otro lado, habiendo ejercido tanto tiempo como periodista deportivo. —¿Cómo nació el Adarve?

—En el 92 empezaron tres o cuatro padres con tres o cuatro equipos. Fue creciendo, sumando categorías, y en 2006 fusionamos dos clubes, el Adarve y uno que se llamaba Unión Deportiva Barrio del Pilar. Fue importante para sobrevivir en este entorno donde si no tienes volumen, te comen. De ahí el nombre, Unión Adarve. Y eso permitió tener un equipo senior, porque la Unión tenía uno en Preferente. —¿Cómo es la relación del equipo con el Barrio del Pilar?

—Estamos en un barrio, pero en realidad es un distrito, el de Fuencarral-El Pardo. Y es muy interclasi­sta: hay clase alta, baja, media… Es grande y disperso, y no tiene una conciencia de barrio como la pueden tener los barrios clásicos como Carabanche­l o Vallecas. Nosotros tenemos muchos jugadores que no son del barrio, pero sí de Madrid. —¿Se involucra en el equipo el entorno más cercano? —Eso está por ver. Ahora estamos hablando con una asociación de comerciant­es para una cooperació­n mutua... —¿Cuánta gente llevan al campo?

—Siendo las entradas gratis, entre 200 y 300, quitando el playoff, que fue una barbaridad: hubo momentos de 2.000 personas. Espectacul­ar. —¿Ha dejado algún dinerillo la tele en el ascenso?

—No te forras, ya se lo digo. Con eso no pagas el hotel de un desplazami­ento. —¿Cómo les cambiará la vida la Segunda B?

—Tenemos que conocer las cifras que se manejan, que no es fácil aunque parezca mentira porque las federacion­es no son muy transparen­tes en esa materia. Iremos con lo que somos, modestos y sin deber un duro a nadie, como hasta ahora. Los jugadores no están con nosotros por dinero, sino porque se sienten futbolista­s, viven una experienci­a especial y se lo pasan bien. Y son, para mí, futbolista­s muy de verdad, muy auténticos.

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