AS (Las Palmas)

Kiko “Los minutos más felices de nuestras vidas”

- JAVIER HERNÁNDEZ

Francisco Narváez (Jerez de la Frontera, 26 de abril de 1972), Kiko, que por entonces se escribía Quico, marcó dos goles en la final contra Polonia (3-2) en el Camp Nou, entre ellos el de la victoria. La única medalla de oro en fútbol que ha conseguido España en unos Juegos.

El inicio de la medalla de oro fue Cervera del Pisuerga, en Palencia…

—Allí nos concentram­os. No había nada, vacas y poco más. Éramos supervivie­ntes con comida, pero fue la base. —-¿Alguno pensó entonces en la posibilida­d de ganar el oro?

—¿Orooo? Allí lo que hubo fue la posibilida­d de no acudir a los Juegos. Hubo roces con la Federación, que decía que el fútbol no era el deporte rey, que nos no daban primas… Venían Guardiola y Chapi Ferrer de ganar la Copa de Europa, gente con galones sacrifican­do las vacaciones, y la Federación era la primera que no se lo tomaba en serio. Al final hicimos un escrito renunciand­o a cualquier cantidad. —-¿Cómo era Vicente Miera?

—Fue un ejemplo, un hombre de mucha paciencia, pero como de otra época. Nosotros éramos gente de 20 años y él lo quería tener todo controlado. —Una de las sorpresas fue la de los psicólogos.

—-Al principio nos chocaba todo. Nos tumbaban en colchoneta­s y, para crear el ambiente de un partido, echaban Reflex y ponían el sonido de Manolo ‘el del bombo’ y decían: “venga chavales, a jugar”. —Inicio atípico, pues jugásteis el primer partido un día antes de que se inaugurara­n los Juegos. —Contra Colombia, que la daban como una de las favoritas. Le metimos 4-0. Ganamos con tanta solvencia que empezamos a creer que podíamos hacer algo. —¿Es cierto que para ir a la ceremonía inaugural tuvísteis que hacer un motín? —Más que con la Federación fue con Miera. El míster no veía lógico meternos la paliza del viaje, luego cuatro horas de pie en el pabellón, la vuelta en un chárter... Era un desgaste, pero hombre, ya que no cobrábamos ni un duro no nos íbamos a perder también la ceremonia de inauguraci­ón… —¿Qué recuerda de ella? —El calor, increíble, y que comenzamos a cantar “no hace calor, esto es psicológic­o” que era una de las cosas que nos había enseñado el psicólogo. Luego, cuando ya entras en el estadio y escuchas, “¡España!, ¡Spain!” y un griterío... con el sombrerito saludando a todo el mundo. Nos habían prohibido movernos de nuestro sitio, pero cuando nos encontramo­s con el Dream Team, Magic Johnson, Jordan... allá que fuimos a por ellos. Menos mal que entonces no había teléfonos móviles, si no nos abrazamos a ellos y no los soltamos. Nos llamaron la atención por saltarnos el protocolo. —¿Aún guarda el sombrero y la corbata?

—Lo guarda todo mi madre, allí en Jerez. La medalla, el sombrerito, la ropa, todo... Fue un regalo que le hice por estar fuera de casa desde los 13 años. —Vuelta a Valencia. ¿Tan aburrida era la concentrac­ión?

—Veníamos de muchos días en Cervera de Pisuerga. Y con Vicente allí, pendiente de todo, se nos hizo larga. Me vi la película ‘La vida de Brian’, con Pinilla, por lo menos 15 veces. Me sabía hasta las pedradas que le metían…. Brian ya era uno más de nosotros. Luego descubrimo­s que había un circuito de Cars cerca, y nos íbamos sin que se enterase Vicente. Alguna que otra vez la liamos parda… ya se puede decir porque el delito ha prescrito. —Y llegó el partido contra Italia, 1-0 con gol suyo.

—Nos quitamos al rival más duro y dijimos: chicos, vamos a apretar todos y a por el oro. Lo que en ningún momento había sido un objetivo casi se convirtió en una obligación. —Y de aquí para allá en autobús tarareando las canciones del grupo ‘Zapato Veloz’. —“Tengo un tractor amarillo” fue nuestro himno. No sé quién tuvo la idea, el Lucho (Luis Enrique) o Manjarín, creo. Los asturianos eran unos prendas que no veas. —En semifinale­s eliminan a Ghana. A la final. Por fin les toca pisar Barcelona, pero no la Villa Olímpica. —Se hablaba mucho del ambiente alegre que se vivía en la Villa, y somos consciente­s de que si hubiésemos estado allí hubiese sido más difícil controlarn­os. —El ambiente del Camp Nou en la final fue espectacul­ar...

—Lo que se vivió fue irrepetibl­e, todo lleno de banderas de España. Al entrar al campo me temblaba todo, después vi la pancarta de mis amigos, que habían ido en tres Ford Escort. 15 amigos de mi barriada de Jerez, La Granja, con una pancarta que decía “Quico, er mejó de Jerez”. Un ambientazo. —Se adelantó Polonia justo antes del descanso...

—Fue clave clave la salida de Amavisca. Ahí Miera estuvo muy rápido. El canijo empezó a darnos profundida­d por banda, que era lo que necesitába­mos. —Abelardo empató y usted hizo el 2-1 y el 3-2 definitivo en el 91’. —-Fue un córner que sacó el Chapi Ferrer. El Chapi, te puedes imaginar, la pega bajito y yo quiero hacer una chilena, me resbalo, me caigo, Luis Enrique tira a puerta, le pega a un defensor y la pelota que me cae a mí. Siempre digo que me iluminaron, pues cada vez que tenía un mano a mano con el portero he visto la portería muy pequeña, pero aquel día sólo vi red. La pegué con el interior y gol. Me di la vuelta y fui a por el Chapi y le digo: “¡Que he sido yo, que he sido yo!”. —Y se acercó al árbitro, ¿qué le comentó?

—Como era colombiano hablaba español y le dije “por lo que más quieras, pita ya, que yo soy del Cádiz y no voy a ganar más títulos en mi vida. —¿Es cierto que cuando el Rey bajó al vestuario para felicitaro­s le hicísteis esperar?

—Queríamos abrazarnos y pedimos que la gente de corbata esperase unos minutos. —Y por la noche, fiesta por todo lo alto...

—Con anécdota. Estábamos en la fiesta de la espuma, en la Villa Olímpica, resbalé y se me cayó encima un tío de 150 kilos como un Hummer de grande. Era uno de halterofil­ia del equipo de Estados Unidos. Luego me enteré que era el marido de Marion Jones, la velocista. La gente se pensó que lloraba por la espuma y es que no podía ni respirar. Luego, de regreso al hotel, uno se dio cuenta que había perdido la medalla. Menos mal que un taxista la encontró en su taxi y la entregó. —¿Conserváis el buen rollo que nació en Barcelona 92?

—No nos vemos mucho, pero es una amistad de verdad. No hay reproche, sólo hay cariño. Por ejemplo, Toni, el portero, es el padrino de mi hija. —Mira para atrás con nostalgia...

—Aquello siempre lo recordarem­os como parte de los mejores minutos de nuestras vidas. Fue maravillos­o, rodeado de auténticos cracks. Yo era el ceniciento, venía del Cádiz, de jugar la promoción contra el Figueras de Toni, el portero, y D’Alessandro de entrenador. Yo evitando el descenso y allí había gente que había ganado la Copa de Europa. —-Entonces su nombre se escribía Quico y no Kiko, como ahora. ¿Cuándo cambió? —-Cuando iba a fichar por el Atleti un periodista me preguntó cómo prefería que se escribiese mi nombre pues lo había visto de las dos maneras, y le dije: si soy sincero, cuando firmo autógrafos me es mucho más fácil hacer dos kas, y desde entonces siempre Kiko.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain