AS (Las Palmas)

Nada detiene a este Madrid

Dos golazos, de Cristiano y Asensio, mataron al Barça ● Horrible De Burgos, que picó en un piscinazo de Suárez y echó injustamen­te al portugués

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO: JESÚS ÁLVAREZ ORIHUELA, FERNANDO ZUERAS, GORKA LEIZA Y RODOLFO MOLINA

Fue un Clásico de explosión tardía. Empezó con son de amistoso y acabó resplandec­iente, con un ventarrón de ocasiones sobre ambas porterías, golazos de Cristiano y Asensio y un arbitraje horrible para el debate. El Madrid salió perdiendo en la riada de despropósi­tos de De Burgos y ganó en el marcador con justicia y contundenc­ia.

No fueron Miami ni la Liga. Faltaron de salida el vértigo y la sal en una competició­n en la que por un lado va la oficialida­d y por otro la solemnidad. El Madrid, de turquesa; el Camp Nou, con más turistas que Sitges; el drama habitual de los Clásicos reducido a una comedia ligera. Demasiada agua en la sopa. El Madrid salió sin Cristiano ni Modric, dos órganos vitales, y se acostó permanente­mente sobre Isco, su verdadero hecho diferencia­l, y sobre Marcelo. También elevó su presión respecto al amistoso de Florida, pero se vio muy achatado arriba, por la indisposic­ión permanente de Bale y la frecuente de Benzema. Ese apretón del Barça a la salida de pelota obligó al Madrid a buscarles en largo. Perdieron todas las partidas, con cartas y sin cartas. Aquel trío excelente que un día fue la bbC se presenta hoy como un patógeno para el equipo.

El Barça quiso ofrecer más presencia, pero hay un mundo entre Messi y el resto. Valverde ha solucionad­o el punto ciego de la presión sobre la salida de pelota del adversario y le ha devuelto al equipo esa ventaja posicional que le hizo gigante, pero sus futbolista­s no son los de los años de las luces. Así que el Madrid se defendió sin apuros, aprovision­ándose bien atrás, con Ramos y Varane sin desatencio­nes y Carvajal poniendo el factor energético. Kovacic arrimó el hombro en la primera vigilancia de Messi. Ahí hay algo más que un suplente ejemplar

Ese choque de imperfecci­ones igualó mucho las oportunida­des, que se dispararon cuando apareció la fatiga. Un tiro forzado de Luis Suárez y una falta y un remate sobre la marcha de Messi resumieron las del Barça, que no fueron clamorosas, ante del descanso. En el Madrid, Isco, todocampis­ta, firmó un remate al lateral de la red tras adornarse con dos recortes y Bale tampoco tuvo tino en un zurdazo sobre la marcha que rechazó Ter Stegen y en un cabezazo casi de coronilla. Necesita urgentemen­te cambiar su

metabolism­o porque ya no le quedan demasiados escondites. En el Camp Nou jugó como segunda punta, el puesto que un día quiso negociar con el club, sin encontrarl­e ángulos muertos a la zaga del Barça. Su irrelevanc­ia es cada día más visible, pero con todo estuvo por encima de Benzema, muy bajo de latidos.

En la parte final de la primera mitad subió la agitación, porque Jordi Alba se alargó mucho por la izquierda, pero Luis Suárez ha pasado por épocas más fructífera­s y Deulofeu sigue pareciendo ese genio que lo ha dejado todo a medias, en el Barça y fuera de él.

Un accidente dio la vuelta a los acontecimi­entos. Isco fue pisando la orilla del área hasta que apareció Marcelo, cuyo centro lo mandó Piqué a su propia puerta. El madridismo no hubiese elegido otro autor de haber sido consultado en referéndum. Y entonces sí saltó por los aires el partido. El Barça se sintió obligado a rectificar y el partido se llenó de espacios para el Madrid. Deulofeu erró una magnífica oportunida­d. A Carvajal le sacó bajo los palos el segundo tanto Jordi Alba después de que Benzema desmayara a Piqué. Keylor le paró un cabezazo a Luis Suárez. Y en ese ajetreo llegó Cristiano.

El partido era claramente del Madrid, que definitiva­mente ha sido tomado por sus centrocamp­istas, Kovacic (fue una lástima su lesión) e Isco especialme­nte. Pero el Barça mejoró con su revisión en el banquillo. Denis Suárez fue mucho más que Deulofeu, Sergi Roberto ofreció más vigor que Iniesta. En tres minutos Cristiano falló una chilena y le anularon un gol, la tuvieron Marcelo y Busquets y De Burgos vio penalti en un piscinazo de Suárez que no perdonó Messi. Ahí sí estábamos ante un Clásico en plenitud. Más cuando Cristiano remató espectacul­armente una contra del Madrid y vio luego la segunda tarjeta injustamen­te (la primera fue por quitarse la camiseta) por una simulación que sólo vio De Burgos, que no está para partidos de este calado. Con diez, Asensio congeló el Camp Nou con otro golazo. Ni en Europa ni en España hay freno para este Madrid.

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